Del destape al streaming. La cosificación como herramienta y/o como lacra
La miniserie ‘¿Yo fui mujer florero?’, disponible en HBO Max el 12 de diciembre, es mucho más que un nostálgico viaje a la televisión española de los años ochenta y noventa. Esta producción de Jordi Évole y Ramón Lara es una incisiva crítica que desmenuza cómo la pequeña pantalla convirtió a la mujer en un objeto decorativo, un adorno visual para engatusar audiencias y perpetuar una dinámica de poder basada en la cosificación femenina. Bajo la dirección de Rafa de los Arcos, esta producción logra un balance entre el análisis histórico y la introspección social, ofreciendo un espejo incómodo para quienes crecieron viendo o siendo parte de este fenómeno como algo natural o incluso divertido.
La normalización de la cosificación. La televisión de aquellos años no fue inocente. Con la llegada de las cadenas privadas en 1990 y el estilo que impuso Telecinco bajo la dirección de Valerio Lazarov, las «mujeres florero» se convirtieron en la fórmula mágica para competir en el mercado televisivo. Curiosamente la serie nos hace ver que se han invertido las tornas. Mientras que una cadena privada hace su propaganda y muestra una imagen rancia, en la pública otros aciertan a acercarse a los verdaderos jóvenes. Por entonces la lucha por el prime time se convirtió en programar hasta saturar a bailarinas como las Mama Chicho o las Cacao Maravillao, concursos cargados de sexualización, azafatas como las del ‘1,2,3… responda otra vez’ convertidas en iconos de belleza… Representaron un modelo donde el físico femenino era el eje principal de la narrativa. Este enfoque, heredado de la televisión italiana y del destape de los años setenta, consolidó un sistema que trivializaba la figura de la mujer, relegándola a un papel superficial e instrumental. Me sorprende que no se hable de los programas de José Luis Moreno.
El documental cuestiona si esta cosificación era plenamente consciente o simplemente un reflejo de una sociedad que aún digería los cambios sociopolíticos tras la Transición. Lo que resulta evidente es que estas dinámicas reforzaron el machismo mediático, justificándolo bajo el manto del entretenimiento. La inclusión de imágenes históricas y entrevistas con las protagonistas de la época no solo da voz a las mujeres que vivieron esa realidad, sino que también destapa las contradicciones de un modelo que, aunque criticado, aún persiste en formas más sutiles o asumidas. Alguna pocas reconocen doloridas haber sido mujer objeto, para otras no hay polémica, solo un mal de época.
Una reflexión necesaria. Uno de los aciertos de ‘¿Yo fui mujer florero?’ es dar espacio a múltiples opiniones. La serie incorpora voces externas que con la perspectiva del tiempo aportan un análisis crítico que contextualiza el fenómeno dentro de la evolución social y mediática de España. Por otro lado, los testimonios de mujeres como Ivonne Reyes, Loreto Valverde o Miriam Díaz-Aroca desnudan las emociones y los dilemas de quienes encontraron en ese sistema tanto una oportunidad como una limitación. Deambulando entre esas dos orillas ‘¿Yo fui mujer florero?’ corre el riesgo de perder el norte cuando de repente pone a todos los cargos, productores, directores y presentadores casi a la altura de Harvey Weinstein. Irónicamente oímos posturas y palabras que sostienen aquellas que hoy en día no tienen mucha diferencia con las que se ganan la vida en OnlyFans o los que dan audiencia a A3 por ver el modelito de Cristina Pedroche en nochevieja.
El documental no se limita a denunciar; también examina cómo muchas de estas mujeres revalorizaron su papel, destacando su trabajo y profesionalismo pese a las circunstancias. Sin embargo, no oculta las sombras: la exposición a actitudes sexistas, la presión por cumplir estándares de belleza inalcanzables y el ninguneo de su capacidad intelectual fueron parte del precio a pagar en una industria que las veía como piezas intercambiables de un engranaje comercial. También atina a remarcar que de entonces a ahora no hay tanta diferencia, cuando tenemos azafatas en ‘La ruleta de la suerte’ que hacen poco más que pasearse delante de un panel. El segundo episodio plantea una pregunta crucial: ¿hemos cambiado realmente como sociedad? Aunque los tiempos de las Mama Chicho parecen lejanos, las prácticas de cosificación y el uso del físico femenino como reclamo no han desaparecido. Siguen presentes, aunque en formas más sistémicas y rentables, en la publicidad, la moda y las redes sociales. Este cuestionamiento convierte a ‘¿Yo fui mujer florero?’ en una pieza a difundir, un recordatorio de que las estructuras que se crearon entonces aún tienen ecos hoy.