Los hermanos Duffer no saben parar
El próximo 4 de julio arranca la tercera temporada de ‘Stranger Things’ en su habitual casa, Netflix. La producción de la plataforma online llega a su tercer tramo y se ubica unos días antes del gran día de Estados Unidos. Esta nueva etapa se divide en 8 nuevos episodios, como ya lo hizo la primera, que continúan con la tradición de la serie, la de ambientarnos en una festividad norteamericana. Si antes hemos pasado por la Navidad o el Halloween, ahora toca el Día de la Independencia.
Mike, Lucas, Will y Eleven viven su primer verano juntos y en relativa tranquilidad. Relativa porque surgen las primeras parejas y la estabilidad del grupo se debilita, relativa porque Will ha retornado y el resto está varios pasos por delante de él y no tienen las mismas costumbres que antes. El calor del verano parece que les tiene a todos la sangre hirviendo, las hormonas surgiendo a borbotones. Dustin vuelve de un campamento de verano y se encuentra todo este percal. Mientras Hopper y Joyce intentan seguir con su día a día, al igual que Nancy y Jonathan que han empezado con un trabajo en un periódico donde sus compañeros no les ponen el trabajo fácil. Como tampoco le ponen las cosas fáciles los clientes a Steve en la heladería del centro comercial donde le ha tocado ganarse el pan estas vacaciones.
He de admitir que nunca he sido un seguidor de ‘Stranger Things’. Me persuadió bastante su primera temporada pero episodio a episodio me ha cansado su insistencia en introducir una referencias tras otra y no es que la serie dependa de los huevos de pascua, es que sus argumentos están totalmente subordinados al servicio de la nostalgia. Sigue la inspiración en Dragones y Mazmorras, en Stephen King, en Carpenter… Lo del Terminator aquí ya es redundante y hasta cansino. En sus referencias copian hasta el martillo de Homer Simpson, cosa que al mismo Homer ya le cabreó bastante.
La presente temporada es un batiburrillo de títulos que os harán decir, esto ya lo he visto. Por mi cabeza han pasado películas de Robert Rodriguez, Kaufman, Milius o Kevin Smith. Al querer homenajear tanto se hace predecible, poco original en su trama. Pero lo peor es que hemos llegado a una tercera fase y no se aporta nada nuevo. Tres temporadas y los hermanos Duffer son incapaces de generar un argumento completo sin estar apoyado en el de otros, es lo que se puede llamar «nostalgia-exploitation». Al estar tan centrados en buscar las alusiones han hecho que el guión tenga gestos bastante torpes, da a sus personajes habilidades que resultan inverosímiles hasta para una serie que se llama ‘Stranger Things’ o hace que sucedan cosas excesivamente enrevesadas.
Lo que siempre me ha convencido de ‘Stranger Things’ es su buena factura. Aunque hay un par de escenarios cuyo diseño de producción tiene una calidad cuestionable por lo demás es indudable que Netflix ha tirado la casa por la ventana con esta producción. Todo lo que está generado por ordenador da fe de una inversión potente. Las escenas en las que hay efectos digitales son las más impactantes, que no emocionantes, y las que dejan estampas para guardar.
Los episodios han sido dirigidos por el productor Shawn Levy, por la directora Uta Briesewitz y por los propios hermanos Matt y Ross Duffer. De quien han conseguido una mejor interpretación ha sido de Dacre Montgomery y de algún que otro actor que no puedo adelantar por no introducir spoilers, pero cuya incorporación le da algo más de gracia a los episodios. Gracia que nos hace más llevadera toda la trama romántica que por ejemplo en el caso de Millie Bobby Brown o Finn Wolfhard no han controlado bien. Muy sobreactuada Bobby Brown en todos sus estadios, en todas las fases de su personaje. Está mejor Maya Hawke, hija de Uma Thurman y Ethan Hawke, quien se ha revelado como un valor añadido. Había expectación por actores como Jake Busey (‘Starship troopers’) o Cary Elwes (‘La princesa prometida’) pero podrían haber escogido a cualquier otro artista. Sirven como mero reclamo publicitario, no les he visto ni relevantes como actores ni trascendentales como personajes.
‘Stranger Things’ ha llegado al punto de repetirse incluso con sus propias escenas de acción y a tener más product placement que ‘Médico de familia’. Parece que su técnica de vender los recuerdos ha funcionado hasta ahora pero el discurso adulto que se ha injertado en sus protagonistas puede que no cale tanto. Así como el alegato contra el machismo o la machacada a la clase baja que se queda en agua de borrajas a mitad de la temporada. Se queda también muy flojo en sus expectativas el último episodio de hora y cuarto con nombre de batalla. Además que de toda esa duración 20 minutos son de epílogo y buena parte de escena post-créditos. Lo que nos demuestra esta tercera temporada es que los hermanos Duffer no saben parar, ni a la hora de introducir referencias ni a la hora de cortar su historia.