Crítica: ‘Moonfall’

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Una fuerza misteriosa golpea a la Luna fuera de su órbita y la envía directamente contra la Tierra a toda velocidad. Unas semanas antes del impacto, y con el mundo al borde de la aniquilación, la ejecutiva de la NASA y ex astronauta Jo Fowler (Halle Berry) está convencida de tener la clave para salvar nuestro planeta. Pero solo el astronauta Brian Harper (Patrick Wilson) y el teórico conspiranoico KC Houseman (John Bradley) la creen. Estos héroes organizarán una misión espacial imposible, dejando atrás a todos sus seres queridos, para aterrizar en la superficie lunar e intentar salvar a la humanidad, enfrentándose a un misterio de proporciones cósmicas.

Crítica

No puede ser más lunática

Roland Emmerich es harto conocido por sus películas de catástrofes y ‘Moonfall’ es una más, pero una que va más allá. Si previamente había congelado a toda la humanidad, la ha atacado con OVNIS o la ha arrasado varias veces con maremotos o volcanes poniéndose en las peores pesadillas del pueblo maya, ahora nos tira la luna encima. Pero en sus películas se reserva siempre más sorpresas, si cabe. Y es que vivimos tiempos de conspiraciones y de lunáticos, lo cual, ha dejado huella en este largometraje. Pero no quiero contaros muchos detalles de lo que sucede en ‘Moonfall’, aunque al final de esta crítica me reservo un apartado de spoilers y los tráilers ya de por si son bastante más reveladores, advertidos quedáis.

Con Emmerich no solo tenemos a la naturaleza castigando de manera colosal a la humanidad, también hay mucha tecnología, de la que nos ayuda y de la que no. Se guarda siempre un rayito de esperanza para la humanidad pues no busca un tono pesimista en sus películas de acción y además procura de esa manera que haya algo de emoción o que este sea un entretenimiento de lo más baladí o palomitero, como se dice coloquialmente. Anteriormente se sacó de la manga toda una flota de arcas de Noé o virus improvisados capaces de anular una nave nodriza. Aquí va más allá, más aún que con la monstruosidad titánica de ‘Independence Day: contraataque’.

Permisivo. Si quieres disfrutar de ‘Moonfall’ tienes que entrar con mentalidad abierta a todo. Emmerich cumple los sueños húmedos de los más conspiranoicos y los amantes de la ciencia ficción que van a encontrarse aquí con algo nunca mostrado en cines. Aquellos que gozan de los argumentos más locos y futuristas de series como ‘Star Trek’ van a toparse una historia para gozar. Si uno está dispuesto a obviar todos los fallos de guion y las consabidas incorrecciones científicas se lo pasará pipa. Es la película ideal para los que pudimos pasar por el aro de ‘Godzilla vs Kong’, porque se retuerce igual e incluso tiene personajes similares.

El filme sigue los patrones habituales de Emmerich: una humanidad desprevenida ante el peligro a pesar de las advertencias de unos pocos, olas gigantes, la humanidad cooperando como nunca antes, muchas imágenes cataclísmicas generadas por ordenador, saqueos y caos, tramas paternofiliales que nos traen sin cuidado… Eso sí, por primera vez no saca un plano de la Casa Blanca. Tenemos un trio de protagonistas interpretado por Patrick Wilson, Halle Berry y John Bradley que siguen la misma dinámica que Will Smith y Jeff Goldblum en ‘Independece Day’. Nos dan la cara más lógica, la más valiente o la más desconcertada que puede caber en sus argumentos. Pero la trama va muchísimo más rápida. No hay tanto regocijo en los instantes previos a la catástrofe y el espectáculo no tarda en llegar. Al fin y al cabo Emmerich no necesita contarnos por enésima vez lo que nos ha narrado en sus anteriores películas. Aporta algún que otro dardo hacia esos gobiernos que nos condenan por destinar presupuestos a temas más insulsos que los que nos garantizarían una vida mejor en el futuro, pero nada más.

Aunque pensaba que la película iba a ser más espectacular todavía me ha agradado por lo desatadamente chiflada que es. Está claro que Roland Emmerich quiere ser recordado como el hombre que produjo más apocalipsis en la historia del cine y se agradece que en vez de sacar secuelas infructuosas se lance a por nuevas y disparatadas ocurrencias. ‘Moonfall’ da lo que promete, momentos de ciencia ficción sin límites, actores entregados a la causa e imágenes propias de un videojuego de acción futurista. Esta película sería la pesadilla de escritores tan rigurosos como Isaac Asimov, pero no es un título para pedir rigor sino para desconectar el cerebro e imaginarse las más fantásticas de las posibilidades.

Y aquí llega el apartado de spoilers. Hay una mezcla de dos películas que definen muy bien ‘Moonfall’. La historia se convierte en una especie de ‘Terminator’ milenario que nos descubre que los humanos somos extraterrestres traídos a la Tierra por una inteligencia antepasada que se enfrentó a una amenaza de extinción, muy al estilo de ‘Prometheus’. Además cumple visual y argumentalmente con algo que, yo por lo menos, nunca había visto en el cine. Recrea una esfera de Dyson, una estructura del tamaño de un cuerpo celeste que es capaz de alimentarse de una enana blanca. Y con ello nos habla de una humanidad que ha llegado a convertirse en una civilización de clase 2 y casi 3 en la escala de Kardashev. Una cultura capaz de generar entornos parecidos al que Blomkamp propuso en ‘Elysium’. Pero es que encima todo empieza con un evento muy parecido al que da origen a los 4 Fantásticos o al visto en ‘X-Men: Fénix Oscura’. Lo dicho, toda una locura.

Ficha de la película

Estreno en España: 4 de febrero de 2022. Título original: Moonfall. Duración: 120 min. País: EE.UU. Dirección: Roland Emmerich. Guion: Spenser Cohen, Roland Emmerich, Harald Kloser. Música: Harald Kloser, Thomas Wanker. Fotografía: Robby Baumgartner. Reparto principal: Halle Berry, Patrick Wilson, John Bradley, Charlie Plummer, Donald Sutherland, Stephen Bogaert, Eme Ikwuakor, Michael Peña, Wenwen Yu, Carolina Bartczak, Maxim Roy, Hazel Nugent. Producción: AGC Studios, Centropolis Entertainment, H Brothers, Huayi Brothers Media, Lionsgate, Street Entertainment. Distribución: Diamond Films. Género: ciencia ficción, aventuras. Web oficial: https://moonfall.movie/

Crítica: ‘Tokyo shaking’

En qué plataforma ver Tokyo shaking

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11 de marzo de 2011. El mayor terremoto que ha experimentado Tokio desencadena el desastre de Fukushima. Alexandra acaba de llegar al país procedente de Francia para trabajar en un banco y tiene que afrontar esta crisis nuclear.

Separada entre su trabajo y su familia, defenderá el honor y la palabra a pesar del terror y la ansiedad emergentes. “Un capitán nunca abandona su barco en plena tormenta”.

Crítica

Nueva visión acerca de otro de los jaques recientes vividos por la humanidad

Coincidiendo con plena crisis energética, porque la gran subida de precios en España es una crisis en toda regla, llega a nuestros cines ‘Tokyo shaking’. Las compañías eléctricas nos amenazan con cierres y cese de suministro ante avisos de regulaciones de las facturas que llegan a los ciudadanos y eso puede tener más consecuencias de las que pensamos. En el caso de la película de Olivier Peyon la situación es aún más crítica pues nos habla del parón y daños sufridos en la central de Fukushima por el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011. Lo que quiero señalar con esta relación es que estamos a merced de la decisión de unas cuantas empresas y así lo demuestra este largometraje.

Nos trasladamos pues al tercer mes de 2011, cumplido el décimo aniversario del incidente. Pero la acción no transcurre a pie de campo, en las insstalaciónes de la central nuclear. El director francés nos emplaza a más de doscientos kilómetros de allí, en la sede del Crédit de France en Tokio. Y eso es porque más allá del accidente que todos conocemos bien nos quiere contar el comportamiento de quienes trabajan en tan millonarias empresas en un momento de extrema urgencia.

‘Tokyo shaking’ acierta al mostrarnos la frialdad de una entidad preocupada en no perder dinero en vez de garantizar los bienes de sus clientes e incluso preocuparse por sus vidas o la de sus empleados. Ese es el contexto mientras más y más el desastre de Fukushima a nivel humano va ganando presencia. Como con otras catástrofes los protagonistas presentan una resistencia inconsciente a creer que puede darse el horror, pero poco a poco todo se va reduciendo a la supervivencia y el miedo o la estoicidad de cada uno juegan su papel.

El miedo corporativo era aún mayor pues si hacemos memoria en aquel entonces se empezaban a ver recelosamente brotes verdes tras la crisis inmobiliaria. El terremoto no tambaleó solo Japón sino la economía global y nos mantuvo en vilo por el miedo a vivir otro Chernobyl. El filme capta muy bien el egoísmo, tanto corporativo como personal. El cómo cada uno mira solo por lo suyo incluso en situaciones de emergencia, algo que hemos podido comprobar en muchos casos con el jaque vivido en la pandemia del COVID-19.

Toda esta situación se cuenta a través de los ojos de una francesa en Japón. Directiva del grupo financiero Crédit de France, empresaria de moderado éxito que hace viajar a sus hijas por todo el mundo. Su papel llama la atención en Japón donde la mujer queda relegada al hogar en cuanto se convierten en madres. El filme también acierta con ese contraste, pero peca de la clásica arrogancia francesa cuando muestra otros detalles, como el hecho de tener una mini corte de servidoras. Cede el pulso en cuanto habla de una falsa superación del techo de cristal ya que la protagonista, interpretada por Karin Viard, realmente ejerce el único trabajo que le han permitido hacer y lo hace de buen grado, con sacrificio, casi por encima de su familia. Hace falta una amenaza de holocausto nuclear para que reaccione.

Finalmente, el personaje explota contra una serie de tropelías pero lo más enfocado en el filme es la duda a la hora de abandonar el barco, a costa de dejar atrás a merced de una posible muerte o acentuada depresión a aquellos que ha podido conocer en su primer mes en Japón. Lo bueno del personaje de Viard es cómo muestra la dificultad de la toma de decisiones, las encrucijadas en las que se puede ver metida. Entran en juego asuntos personales, raciales, culturales… Elementos bastante fuertes que, aunque no se analizan con mucho compromiso, si se tratan sin pasarlos por alto.

Hacía Mucho que no veía una película de terremotos, viendo los edificios tambalearse. Aquí no tenemos un temblor espectacular, aunque si un sonido lo bastante bien recreado como para tener unos instantes de terror. Obra por cierto del belga Marc Engels, fallecido por el COVID-19 en 2020 y a quien le dedican en filme en los créditos. Y al igual que en otras películas de catástrofes tenemos también un coloso en llamas, uno figurado, el de la economía mundial. El filme no da datos pero si habla de cómo se cubren las espaldas las grandes compañías para tener las mínimas pérdidas cuando todo se va a pique, incluso cuando es el mundo el que corre peligro. Una perspectiva que nos deja a los hombres de a pie en calzoncillos. El tono podría haber sido más alarmista, pero es comedido. De hecho lo que más nos deja sin aliento son las imágenes reales del tsunami, pero el filme solo injerta un minuto de esto en su metraje total. ‘Tokyo shaking’ se queda por lo tanto lejos de la calidad y el vértigo de otros ejemplos catastrofistas como el de su compatriota ‘El colapso’.

‘Tokyo shaking’ nos deja con un triste final, cuyo resultado dependerá de lo bueno que sea vuestro recuerdo o vuestras ganas de googlear el desenlace de la historia o la gestión de la dañada central Fukushima.

Ficha de la película

Estreno en España: 15 de octubre de 2021. Título original: Tokyo shaking. Duración: 101 min. País: Francia. Dirección: Olivier Peyon. Guion: Cyril Brody, Olivier Peyon. Música: Manuel Roland. Fotografía: Alexis Kavyrchine. Reparto principal: Karin Viard, Stéphane Bak, Yumi Narita. Producción: Les Films du Lendemain, Wild Bunch, Scope Pictures, Canal+. Distribución: Alfa Pictures. Género: drama. Web oficial: https://alfapictures.com/sp/amy_movie/tokyo-shaking/

Impresiones de la gran miniserie ‘Chernobyl’

‘Chernobyl’ es una serie de aciertos que narra una serie de desaciertos

Accidente nuclear, catástrofe natural, incidente político y ahora serie. Lo ocurrido en Chernóbil (Ucrania) en 1986 tuvo muchas repercusiones a muchos niveles y fue fruto de una sucesión de malas decisiones en un país en el que las prioridades no eran las adecuadas. Todo el mundo ha oído hablar en mayor o menor medida de la catástrofe y de su famosa nube pero muy pocos conocen realmente sus detalles. Como siempre una obra de entretenimiento llega para despertar la curiosidad del gran público.

La serie que desde el 6 de mayo hemos podido ver en HBO España y que este 4 de junio ha emitido su quinto y último episodio ha mostrado con creíble exactitud todo lo sucedido en la central nuclear soviética y en localizaciones cercanas como Prípiat. Esta creación de Craig Mazin (‘Superhero Movie’, ‘Scary Movie 3’) se ha tratado enfocándola desde los aspectos técnicos y físicos hasta los humanos, pasando por los políticos. Quizá los efectos de la radiación en el cuerpo humano sean lo más llamativo para la audiencia más escrupulosa pero sin duda el hermetismo o recelo de los políticos soviéticos es la parte que más ha llamado la atención a buena parte de la audiencia que por otro lado desconocía como en gran medida la causa del accidente fue la soberbia rusa por encima de la ignorancia o la inexperiencia técnica. «Cada mentira que decimos supone una deuda a la verdad, así es como explota un reactor RBMK» dice el personaje de Jared Harris en una ocasión y es la frase que mejor define la política de la URSS con respecto al incidente.

Aquello que ocurrió en la URSS y que tuvo repercusión en los alrededores del país de manera irregular se ha plasmado con un reparto mucho mejor sopesado que las decisiones tomadas en los ochenta. Para mi Jared Harris siempre será el villano de ‘Fringe’ pero papeles como el que ejerce aquí o el que desempeñó en ‘The terror’ me ponen difícil enmarcarle en un «personaje favorito», desde luego está en estado de gracia. También está brillante como física nuclear Emily Watson la cual se diría que es la otra gran protagonista, en un rol que aunque sea ficticio no carece de fuerza, por lo menos ella representa eficazmente la vertiente investigadora del proceso. Junto a ellos dos está Stellan Skarsgård, quien simboliza con su actuación déspota ese poder ruso receloso y controlador del que os hablaba. Aparecen otros rostros conocidos y talentosos como los de Jessie Buckley, Ralph Ineson, Barry Keoghan… ‘Chernobyl’ incluso se toma el lujo de tener a James Cosmo en un cameo como minero durante unos segundos. Es toda una demostración de talento interpretativo, veracidad y dramatismo.

Quizá a muchos les parezca curioso que una serie tan exacta y excelente, con un carácter tan serio, surja del guionista de ‘Resacón en Las Vegas’. A ver si esto da más alas a la hora de contar con artistas multidisciplinares y hace que las comedias se tomen más en serio. Además está dirigida por una apuesta segura como es Johan Renck quién cuenta en su haber con episodios de ‘Bates motel’, ‘Breaking Bad’ o ‘Vikingos’. Entre ambos nos cuentan de manera cronológica lo que sucedió. La documentación sobre el suceso es extrema y nos narran los eventos tal y como pasaron pero algunos hay que puntualizar que están cambiados de orden para beneficio del dramatismo de la serie. También se han tomado alguna licencia con cierto personaje para mostrar el impacto de la radiación en la salud. Otro punto a favor es la ambientación, la cual tiene algo de digital pero hay que apreciar que gran parte del rodaje tuvo lugar en una central nuclear de similares características emplazada en Lituania.

Mucho material de la serie es real. Gran parte de las grabaciones que oímos proceden de audios originales, de las llamadas ‘Voces de Chernóbil’, de Svetlana Alexievich. Son auténticas las historias de los ciudadanos de Prípiat contaminándose totalmente desinformados, del exterminio de animales, de los mineros trabajando semi-desnudos y sacrificándose o de los bomberos agonizando tras haber sido irradiados. ‘Chernobyl’ deja huella y su creador sabe reconocer los momentos únicos y los que marcan un punto de diferencia con respecto a otras series del mercado. Como ese en el que los mineros manchan al ministro su impoluto traje con sus sucias manos, como si ese simple gesto fuese su única oportunidad de conseguir una mínima justicia popular ante lo que ha sucedido y la marca que les va a dejar.

Chernóbil es un enclave que se ha convertido en un lugar post-apocalíptico en la era moderna, un imán para los amantes de la fotografía con rincones muy sugerentes para ser capturados por nuestras cámaras. Es por eso que Johan Renck detiene muchas veces la acción de sus imágenes en determinados puntos, en emplazamientos que ya son icónicos. Ahora la zona se ha convertido en un lugar turístico, pero hasta hace muy poco había que colarse ilegal o furtivamente para visitar con cierto morbo esta zona cero que HBO en colaboración con Sky han transformado con muy buena calidad técnica en serie. Si sois o conocéis a amantes de la física, la historia o la política no dudéis en echarle mano a ‘Chernobyl’.

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