En su retrato del siglo XVI ‘La Peste’ demuestra que la peste sigue subyacente.
Tal y como nos recomendó el propio director de la serie, Alberto Rodríguez, en la entrevista que pudimos realizarle nos hemos tomado nuestro tiempo para ver ‘La Peste’, dejando pasar algún día entre unos episodios y otros, disfrutándola en una buena pantalla. Y lo cierto es que es lo apropiado pues los capítulos te dejan su poso y hay que meditarlos, merece la pena darles una vuelta y un repaso en la cabeza, conversarlos con los amigos.
Cada entrega es una película en si misma pero la temporada también tiene el armazón de un largometraje. Sin necesidad de opening, nada más que el título del episodio acompañado de una fase predictiva, nos adentramos en cada una de las aventuras de Mateo y Valerio, vamos progresando en la investigación de los asesinatos que tienen que resolver y en la supervivencia de la Sevilla plagada de peste. Pero también vamos destapando dobles sentidos pues ‘La Peste’ a su vez se refiere a la deshonestidad, a la especulación, a las amistades emponzoñadas, a las malas intenciones, a la ciudad en decadencia que era Sevilla… Y yendo aún más lejos encontramos paralelismos con la época actual. Por supuesto la corrupción y la diferencia de clases está presente pero también los mecanismos para manipular y mantener a raya a las masas. Uno no puede evitar acordarse de la censura y la ley mordaza al descubrir la historia del protagonista de Pablo Molinero.
Por supuesto, además vemos la historia documentada, el como la ignorancia, la avaricia, la tozudez, la inconsciencia de la época propagaron la peste. Alberto Rodríguez, Rafael Cobos y Fran Araújo nos dibujan una serie que como los auténticos cuadros que vemos en el mismísimo museo de El Prado nos recuerdan a la Sevilla del XVI. Esta puede ser una experiencia de realidad virtual sin ponerse gafas, tan solo con concentrarse en la pantalla uno se transporta a esa época de lo bien ambientada que está, de lo metidos que están sus actores en ella.
No me olvido de lo que dije sobre los actores famosos que aparecían y creía que tendrían más protagonismo. Efectivamente siguen teniendo más peso y presencia en la serie. Sobre todo quien mejor actuación creo que hace es Manolo Solo, quien no solo acostumbrado ya a trabajar con Alberto Rodríguez demuestra que es un actor polivalente y mutante, que cambia su voz, su mímica y su carácter en cada historia que este le propone. ¡Que no dejen de trabajar juntos!
Igual que dije en mis primeras impresiones esta es una historia de pesquisas, búsqueda de pistas e indagación. Mateo con sus investigaciones, su pasado y antiguo oficio es quien representa la ilustración frente a un mar de supersticiones. Si ya nos parecía antes que podía seguir los pasos de ‘El nombre de la Rosa’ según ha ido avanzando la serie nos ha ido recordando más. Solo que Mateo es menos diplomático, sabio y sofisticado que Guillermo de Baskerville.
El final de la serie es conclusivo, aunque algo atropellado y pese a que pueda tener segunda temporada os podéis quedar más que satisfechos con lo que sucede solo en esta. Es una de las mejores series españolas que he visto. Tensa, empática, intrigante. Está al máximo nivel de producción, actoral, de documentación, de guión… No tiene nada que envidiar a las grandes producciones que nos llegan de fuera y deberíamos demostrarlo, consumiéndola y paseándola por el mundo entero.