Confundir el “ver es creer” con el “creer es ver”, las trampas de la fe
El nombre de Mike Flanagan se popularizó tras la impactante y exitosa ‘La maldición de Hill House’. El director nacido en Salem está dejando su impronta en la historia del cine de terror norteamericano y no hace mucho dividió opiniones con su adaptación de ‘Doctor Sueño’. Ahora vuelve a retomar su estilo, ese pausado y bien construido con ‘Misa de medianoche’, una obra original que se estrena en Netflix el próximo 24 de septiembre.
La mezcla de drama, religión y fantástico terrorífico recuerda un poco a Stephen King, a quien ya versionó Flanagan en 2019 como he mencionado antes. La serie nos deja intuir ya en su segundo capítulo de qué trata y en el tercero lo desvela abiertamente, aunque con constantes tabúes. Entonces diréis, si se descubren las cartas en el tercero, ¿luego qué? Posteriormente la serie mantiene nuestro interés porque ‘Misa de medianoche’ reescribe uno de los mitos del terror más clásicos y lo hace de un modo creativo e interesante. Empuña una idea que usa el poder aterrador de Dios, un discurso aplastante y nuevo que se agradece, hace que merezca la pena todo lo que tarda en arrancar. Algunas charlas y momentos como el final del episodio cinco son prueba de ello. De hecho ese quinto capítulo podría funcionar como una película por si sola que nos asalta con un final desolador. A partir de ese momento ya se desata la cosa.
Como es de imaginar la nota religiosa domina la serie. Partamos del hecho de que se llama ‘Misa de medianoche’ y sus episodios llevan nombres de libros de la Biblia tales como Génesis, Salmos, Proverbios, Evangelio… Todo el discurso de esta inteligente producción se fundamenta y adorna con la parafernalia católica. Estos argumentos no solo se desarrollan con una relación fantástica, también cogen fuerza con dos grandes interpretaciones, la de Hamish Linklater en la piel de un joven cura que resulta tan reconfortante como eufórico y la de Samantha Sloyan que lleva a cabo un papel que recuerda al de Marcia Gay Harden en ‘La niebla’ de Frank Darabont, una católica remilgada y soberbia a la que le coges manía desde su primera escena.
Fe y culpa. El magnetismo de la palabra y obra de Dios frente al raciocinio que ve que Dios permite sufrimiento y horrores en su misterioso e inescrutable plan. Abundan los discursos que mutan muy convenientemente según se suceden los hechos. ‘Misa de medianoche’ lleva hasta el extremo el que muchos confundan el “ver es creer” con el “creer es ver”, las trampas y las vendas que la fe pone a aquellos que son fundamentalistas.
Además de esos dos protagonistas aparecen otros habituales de Flanagan como su esposa Kate Siegel o Henry Thomas. Algunos de ellos aparecen muy maquillados, envejecidos. Esto también hace que te veas venir que más adelante conoceremos una versión más jóvenes de ellos, pues de lo contrario el casting incluiría a actores más mayores que se les pareciesen. Y cuando descubres que eso tiene su utilidad y sentido te vuelve a pasar lo mismo que cuando descubres el pastel en el segundo episodio, que se mantiene el interés. El trabajo de maquillaje es muy importante, está bien ejecutado, como no lo estuvo en ‘Tiempo’ y eso que ahí era igual de necesario.
‘Misa de medianoche’ tiene tomas que ya reconocemos como propias de Flanagan. Vemos secuencias aéreas como las que usó en ‘Doctor Sueño’ o planos americanos muy al estilo de aquellos que nos inquietaban en ‘La maldición de Hill House’. Esta serie se aleja de esa propuesta pues el argumento es muy diferente, no obstante también nos pide una paciencia que acaba siendo recompensada.