Crítica: ‘El Proyecto Adam’

Sinopsis

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Adam Reed es un piloto de caza que viaja en el tiempo. Cuando se estrella en el año 2022, conoce a su yo de 12 años y juntos emprenderán una misión para salvar el futuro.

Crítica

Infantilada llena de agujeros, de gusano y de guión

Shawn Levy, productor de ‘Stranger things’ y de ‘La llegada’ sigue con su apuesta por la ciencia ficción. En esta ocasión se la juega con su apuesta más familiar y casi infantil, ‘El Proyecto Adam’. Ryan Reynolds de nuevo protagoniza una película de Levy tras ‘Free guy’. El director de ‘Noche en el museo’ o de ‘Acero puro’ nos plantea una nueva película que gustará más a los pequeños de la casa.

Ryan Reynolds de nuevo en la piel de un piloto, como lo fue en ‘Green Lantern’. Viaja en el tiempo para encontrarse con alguien querido pero una persecución hace que acabe con él en 2022 en vez de en 2018. Allí se topa con su yo adolescente y juntos intentan resolver la situación.

¿Juega ‘El Proyecto Adam’ con la paradoja de Hitler? Sí, pero la esquiva de manera bastante vaga y se la ventila en una o dos frases tales como: el nuevo pasado que creamos influye al futuro, pero es solo cuando el viajero del futuro regresa a su tiempo cuando se reconstruye la línea temporal. Y luego utiliza esa premisa de un modo bastante caprichoso y repleto de fallos que quedan a merced del sentimentalismo.

‘El Proyecto Adam’ es de esos títulos que junta a un niño con un adulto y hace madurar al pequeño y enternecer al mayor. No es la primera película en la que un protagonista se encuentra consigo mismo o con sus padres, ahí están ‘Looper’, ‘Efecto mariposa’ o ‘Regreso al futuro’. Incluso el motel Pine Ridge que aparece en la película se antoja como un guiño al centro comercial Twin Pines o sigue una paradoja como la que se usó en ‘Men in Black 3’.

“Como estoy herido la nave no reconoce mi ADN”. Frases tan ilógicas como esas abundan. Pero si nos tomamos esta como una película de fantasía infantil obviamente se puede pasar por alto. Pero la trama se intenta sostener con esa excusa pues Reynolds está atrapado sin poder reparar su nave a causa del balazo que sufre.

‘La historia interminable’ ha venido a mi cabeza alguna vez, no porque se me haya hecho larga si no porque el coprotagonista es un niño (Walker Scobell) que se enfrenta a un abusón y que se topa con algo más allá de nuestra realidad. La diferencia es que este chico es respondón y bastante más valiente que el Bastian de Ende, me ha recordado mucho al papel de Jack Dylan Grazer en ‘¡Shazam!’. De hecho, es tan cotorra como otro personaje de Reynolds, Deadpool, y digo esto justo cuando se ha confirmado que Levy dirigirá la tercera parte del mercenario bocazas. Lo cual nos lleva al hecho de volver a comprobar que Reynolds está muy encasillado. Todos sus personajes se fundamentan en ser una especie de Woody Allen de acción, es decir, un cachas parlanchín, bromista, nervioso y neurótico. Está encasillado hasta el punto de que aquí, como en ‘Alerta roja’, también lleva el reloj heredado de su padre.

Los villanos tardan en aparecer y la trama también tarda en cobrar sentido, el poco que puede tener la historia. Al final se convierte en la mayor pesadilla de los creacionistas detractores del LHC, el cual por cierto, existía ya en 2018 y es no solo el acelerador más grande del mundo si no la máquina más grande construida por el ser humano, más incluso que el del filme. No les habría venido mal a los cuatro guionistas que tiene ‘Proyecto Adam’ un poco más de interés y documentación. Lo único que rescato de la película es la frase y el hecho que dice “a veces merece la pena ser un friki empollón”.

La película está repleta de momentos emotivos que nos dan o bien bajón o bien un respiro entre tanta charlatanería y humor fácil. Instantes con argumentos melosos que se enfrentan a las teorías espaciotemporales y que le quitan gracia al filme. Un amor que traspasa cualquier teoría de cuerdas o paradoja temporal, una pastelada bastante inconsistente. Además hay infinidad palabrería inventada e inconsistente que también nos dice el poco interés que se ha puesto en hacer que la historia tenga un mínimo de coherencia. Pero lo dicho, es más una película para preadolescentes.

Ficha de la película

Estreno en España: 11 de marzo de 2022. Título original: The Adam Proyect. Duración: País: EE.UU. Dirección: Shawn Levy. Guion: Jennifer Flackett, Mark Levin, T.S. Nowlin, Jonathan Tropper. Música: Rob Simonsen. Fotografía: Tobias A. Schliessler. Reparto principal: Ryan Reynolds, Zoe Saldana, Catherine Keener, Jennifer Garner, Mark Ruffalo, Alex Mallari Jr., Milo Shandel. Producción: Skydance Productions, 21 Laps Entertainment, Maximum Effort. Distribución: Netflix. Género: ciencia ficción. Web oficial: https://www.netflix.com/us-es/title/81309354

Crítica de la serie ‘Snowpiercer. Rompenieves’

Asesinato en el Snowpiercer exprés

El cómic de ‘Snowpiercer’ vuelve a ser objeto de una adaptación (podéis leer nuestra reseña aquí). Tras la versión cinematográfica de Bong Joon Ho (‘Parásitos’) el día 25 de mayo Netflix publicará su serie, de la cual nos ha permitido ver ya tres episodios. Se irán publicando semanalmente, algo que no es habitual en Netflix, pero vivimos una época poco común. Quizá la razón es que esta serie en USA la controla TNT.

También es poco frecuente el plantel que vive la humanidad en ‘Snowpiercer’. La idea de Jacques Lob, Jean-Marc Rochette y Benjamin Legrand permanece intacta en esta serie que ha producido el equipo de la película: Bong Joon Ho (Parásitos), Miky Lee, Tae-sung Jeong, Park Chan-wook, Lee Tae-hun y Dooho Choi. La poca población humana que queda sobre la faz de la Tierra está confinada en un tren de mil y un vagones. Se ha añadido una pequeña variación. La razón es como siempre que el mundo está congelado, pero esta vez se debe a un error humano al intentar corregir el cambio climático.

Graeme Manson (‘Orphan Black’) es quien ha orquestado esta serie que en sus primeros episodios está dirigida por James Hawes (‘Black Mirror’) y Sam Miller (‘Luther). Y si querían ser fieles a los cómics la serie se tenía que parecer a la película. Así es en algunas escenas de su inicio, el cual fue modificado tras un piloto fallido. Pero también hay cambios, algunos muy interesantes, que hacen que la serie tenga un aliciente y unas soluciones por las que merezca la pena ser vista. De hecho podría funcionar como algún episodio previo a lo sucedido en las otras versiones que hemos visto, aunque realmente esta es una variable distinta de la premisa.

Todo empieza un poco al estilo ‘Altered Carbon’. Los ricos de arriba (en este caso de la parte delantera del Snowpiercer) rescatan a un hombre (interpretado por Daveed Diggs) de la miseria para que resuelva un extraño crimen. Siendo más sangrienta que la película e incluso que el propio cómic la situación se convierte en una especie de ‘Asesinato en el Orient Express’ pero post-apocalíptico. Cual Poirot tenemos al protagonista, esta vez llamado Layton, investigando por el tren mientras se mueve entre prejuicios, secretos, rencillas, odio y las propias sorpresas que le da el descubrir lo que hay en los vagones que ha tenido durante más de siete años al otro lado de la puerta. Vagones que por cierto algunas veces tienen interiores sobredimensionados. Si esta trama hubiese servido como herramienta para elevar el mensaje de la idea original estaría aplaudiéndola, pero me temo que solo funciona para poder justificar el formato de serie.

Sin lugar a dudas se conserva el mensaje de diferencia entre estratos sociales y la vaga resistencia de los ricos a adaptarse a un nuevo orden mundial. En este rompehielos motorizado hay muchos más pobres que ricos y sin embargo los privilegiados tocan a más trozo del pastel. Los de primera clase viven en su mundo particular y los de tercera aunque inferiores están en todas partes gracias a que viven, sirven y trabajan en todas partes del tren. Dudoso equilibrio piramidal en un mundo lineal que hoy en día vemos en muchos países, empresas o sociedades, como por ejemplo España, donde unos cuantos viven en su propia burbuja y llegan a tal punto de ignorancia que se olvidan del bien común. La lucha de clases sigue siendo uno de los argumentos principales y las cuestiones revolucionarias siguen estando muy presentes en esta historia que transcurre a mil revoluciones. No me refiero a una sensación de frenesí en la serie, si no al avance implacable del tren. Porque el ritmo, aunque no es pausado, tampoco se puede decir que nos haga segregar adrenalina. No arriesga en ninguno de esos aspectos, ni es una aventura comprometida ni se moja a la hora de abordar un estilo más rápido y directo que podría estar acotado a un público más reducido.

‘Snowpiercer’  lastra las carencias de un actor algo falto de carisma que interpreta a un personaje que se tiene sobrestimado y que además ha de liderar a los parias de la humanidad. También le quita encanto la mala gestión de los momentos musicales. Sin embargo hay brotes verdes en la heladora corteza terrestre. Está mucho mejor Jennifer Connely, no solo por su actuación si no por ese halo de misterio de su personaje y por el giro tan sugerente que tiene. Su secreto es mucho más atractivo que el que pueden revelar todos los demás pasajeros del tren.

Obviamente no hace falta haberse visto ni la película ni haber leído el cómic para captar todo lo que nos cuenta. Uno puede entretenerse con ‘Snowpiercer’ sembrándose la expectativa por cómo va a acabar este o aquel personaje, pero tampoco hay que ponérsela muy alta pues no hay giros excesivamente inteligentes. A mí, tras cinco episodios e indagar algo en la serie lo que más me ha seducido no es que ya tenga una segunda temporada planificada, sino que en ella estará Sean Bean.

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