¿Es posible un mundo en blanco y negro como el de Dune: parte 2?

¿Podría la escena en escala de grises responder a una explicación física?

La segunda parte del Dune de Denis Villeneuve está dejando a todos atónitos (crítica aquí). Una de las virtudes de esta película es su capacidad para desarrollar un mundo en el que los mayores extremos de la religión y la tecnología conviven en el mismo ambiente. Por supuesto también está ganándose a los adeptos a las novelas de Frank Herbert por su fidelidad para con el espíritu de la historia. Pero sin duda otra razón por la que nos ha cautivado a los que ya la hemos visto es su poder visual.

Entre desérticas escenas y futuristas escenarios Villeneuve nos ha colado una escena en blanco y negro. Muchos le atribuyen un sentido artístico o poético al más puro estilo Zack Snyder, que es algo que nadie puede negar. Pero otros le encuentran un sentido dentro de la “física de la ciencia ficción”. Y es que en dicha escena que transcurre en el planeta Giedi Prime, propiedad de los Harkonnen y donde el sol es negro, se ve todo en escala de grises. Ahí presenciamos una vibrante escena protagonizada por Austin Butler y Stellan Skarsgård al más puro estilo cine clásico de gladiadores, tan clásico que está en blanco y negro. Pero esto solo sucede cuando los personajes están al aire libre. Por el contrario, cuando en ese planeta se hayan en un interior, bajo la influencia de luz artificial, todo se ve en color. Por lo tanto hay algo en la luz solar, los materiales o la atmósfera que produce este efecto.

Partamos de lo básico. En la Tierra vemos el mundo a todo color gracias a la luz solar. El color real de nuestro astro rey es el blanco. Esa La luz blanca que emite es el resultado de la combinación o superposición de todos los colores, lo que llamamos el espectro visible. Cada color posee un rango de radiación magnética emitida con su característica longitud de onda. Sucede que podemos distinguir colores en los objetos debido a las longitudes de onda que rebotan en ese objeto. En otras palabras, los objetos absorben todas las longitudes (o colores) menos una. Ese color que no atrapan y que rebotan es el color que nuestro ojo capta. Si queréis saber más os lo explica en profundidad CuriosaMente.

Si aceptamos esto como una regla física presente en la saga Dune solo podría existir un mundo en escala de grises si considerásemos algunas remotas posibilidades. Una de ellas es que ese mundo estuviese hecho de materiales que absorban todas las longitudes de onda o ninguna. Habría que asumir que el material biológico, los minerales o los metales de ese planeta están compuestos de sustancias que rebotan toda la luz o que la absorben por completo. Por lo tanto sería un mundo en blanco y negro, no en escala de grises. La segunda hipótesis supondría que los rayos que emite el venerado sol negro de Giedi Prime no portasen el espectro de color dentro de ellos. Por lo tanto los objetos pueden tener propiedades que en otros ambientes emiten color, pero bajo la influencia de esos rayos solo pueden transmitir tonalidades blancas, negras o grisáceas. Podríamos atribuir este triste ambiente a algo más biológico y comprobable. Los encargados de recibir la luz en nuestro ojo son los fotorreceptores, que se dividen entre conos y bastones. Los conos se ocupan de transmitir la información del color, mientras que los bastones registran la intensidad. Si la luz del sol negro fuese capaz de anular nuestros conos solo podríamos distinguir la intensidad de los colores, pero no su tonalidad, veríamos en blanco y negro. Por último, está la opción de la atmósfera. Podría ser que los gases que componen la atmósfera de ese planeta repeliesen todo el espectro de color de nuevo al espacio dejando pasar hasta la superficie solo los tonos más oscuros y claros, hasta tal punto que todo se ve en tonalidades grisáceas. Teniendo en cuenta que en las novelas nos explican que ese planeta es industrial hasta el punto de haber acabado con casi toda la flora y fauna, se antoja como la opción más cercana a los libros. Quizá lo que hemos encontrado oculto en esta escena es un alegato ecologista.

Todo esto es evidentemente es una serie de postulaciones que solo cabe concebir dentro de un mundo de ciencia ficción. A día de hoy no se ha encontrado un mundo, una atmósfera o una luz con similares propiedades, pero no sería la primera vez que una película adelanta un descubrimiento científico ¿verdad?

Crítica: ‘Beau tiene miedo’

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Beau (Joaquin Phoenix) es un hombre que tendrá que enfrentarse a sus miedos y paranoias al aventurarse en una épica odisea para llegar a casa de su controladora madre.

Crítica

Un galimatías hebreo que te desmotiva con un sinfín de enigmas

Ari Aster primero usó un culto brujeril y demoniaco con cierta base real para dejarnos pasmados con ‘Hereditary’ y luego lanzó ‘Midsommar’, una película que se cimentaba en el folklore sueco y que para mí era una propuesta más vaga. Ahora se separa un poco del folk horror para desarrollar un supuesto drama con comedia aderezado con un ligerísimo toque de terror. Suena a mezcla imposible, ¿verdad? Pues Aster lo ha hecho pero su coherencia va a estar eternamente puesta en duda.

Todo parte de un corto de 2011 llamado ‘Beau’ obra del mismo Ari Aster. La premisa era la misma pero A24 ha dado rienda suelta a este artista que se ha desinhibido en todos los sentidos con este filme que parece más una obra de arte y ensayo. Aster introduce sus habituales paneos, sus bruscos cortes, sus lentos zooms, pero en escasas ocasiones y cuesta encontrara de nuevo al genio en ciernes entre tanta extravagancia gratuita. Beau es un hombre deprimido y reprimido, pero sobre todo parece que hipocondriaco. Yo también sería así si viviese en un barrio caótico y peligroso como el que vemos en el arranque del filme. Es como si se concentrasen todos los locos que puede haber en Manhattan en una sola calle y metiésemos dentro de nuestro edificio una araña asesina. El arranque de ‘Beau tiene miedo’ nos deja como si acabásemos de salir del Bar de Mou en su etapa “postmouderna”, es decir, solo tiene cosas raras porque sí. El viaje que emprende para ver a su madre parece más propio de los universos de ‘Freaks’ o de ‘Carnivale’.

Se puede disfrutar ‘Beau tiene miedo’ a través de la inconmensurable interpretación de Joaquin Phoenix. Pero solo se puede entender si se le busca el correcto significado metafórico. Ari Aster ha formado una película inteligente, pero no por suponer un reto críptico para el espectador, sino porque es consciente de que este galimatías va a ser objeto de análisis y animadversión por igual. Pasa de ser un genio tras la cámara a esgrimir un truco de marketing arriesgado. Cuando por fin, al final, parece que te lo está explicando todo llega y pasa una cosa que dices “¡qué cojones!”, literalmente. Casi a las dos horas llegamos a la parte más artística con imágenes que parecen sacadas de un cuadro impresionista y que dan la impresión de que van arrojar luz acompañadas de una voz en off, pero no. Aunque a mí ese fragmento es el que me ha dado para una teoría. La pista ya nos la dio el propio director cuando definió el filme como “una especie de ‘El Señor de los Anillos’ judío”. Quizá hay que ser mucho más experto en el judaísmo para entender todos los subtextos del filme. A mí me faltan pistas. Lo único que me parece plausible es que esta sea una personificación de todo lo que ha vivido el pueblo judío a lo largo de su historia y del enfrentamiento de las corrientes actuales frente a las más arraigadas. El éxodo, el holocausto, la búsqueda de una tierra prometida, la persecución… Por ejemplo: a Beau le retienen, le convencen de no dejar su cautiverio, doblegan su voluntad y le ponen un pijama con su número, digo… con su nombre. Y su apellido es Wassermann como el de Jakob Wassermann, un escritor judío que escribió novelas sobre su pueblo en la Alemania nazi y la España de los serfardíes. Si estoy en lo correcto creo que me sería más fácil aprender a leer en hebreo que desencriptar todas las pistas ocultas del filme.

Si esto es así podríamos estar hablando de una estrategia tipo ‘Madre!’ de Aronofsky, solo que esa cinta estaba mucho mejor medida y explicada. Por otro lado todo podría tratar sobre una madre manipuladora y lo que vemos es el reflejo de lo que pasa por las mentes tanto del protagonista como de su madre. ‘Beau tiene miedo’ es una película que es tan excesivamente críptica y larga que llega un momento que pasas de lo sobrado que va el director y ya te es totalmente indiferente encontrarle explicación, solo quieres que acabe. Mezcla K-pop, asesinos desnudos, miembros viriles gigantes… Beau tendrá miedo, pero su director tiene una insultante indiferencia a que su película se entienda. Y me duele tener que quedarme con este chasco o estas impresiones cuando considero que ‘Hereditary’ es una de las mejores películas de género de lo que va de siglo. ‘Disappointment Blvd’ se iba a titular originalmente, para decepcionado yo.

Ficha de la película

Estreno en España: 28 de abril de 2023. Título original: Beau is Afraid. Duración: 179 min. País: Canadá. Dirección: Ari Aster. Guion: Ari Aster. Música: The Haxan Cloak. Fotografía: Pawel Pogorzelski. Reparto principal: Joaquin Phoenix, Amy Ryan, Denis Ménochet, Parker Posey, Richard Kind, Nathan Lane. Producción: A24, Access Entertainment, IPR.VC, Square Peg. Distribución: Diamond Films. Género: drama, comedia. Web oficial: https://a24films.com/films/beau-is-afraid

Crítica de ‘Outer Range’

Josh Brolin se pone en plan Villeneuve

Será el 15 de abril en Prime Video donde podremos ver la serie ‘Outer Range’. Esta es la segunda vez que Josh Brolin dirige, anteriormente había realizado un corto llamado ‘X’, que no tiene nada que ver con la próxima película de Ti West. Esta es una producción “conclusiva” de 8 episodios creada por Brian Watkins y producida por Brad Pitt que nos lleva al western norteño actual de los Estados Unidos y a una historia la mar de misteriosa.

A Brolin le hemos visto ya antes en westerns como ‘Valor de ley’ o ‘No es país para viejos’. También en historias de ciencia ficción como ‘Dune’ o varios títulos de Marvel. Ahora junta su gusto por esos dos géneros y su gusto también por dirigir, más allá que actuar, para contarnos la historia de ‘Outer range’. Hace poco oí decir a un director español que ya no existe solo el terror, que siempre hay algo más, una mezcla de géneros. Y efectivamente, esta no es solo una historia en el oeste moderno, es también un misterio que introduce un componente fantástico que como pasa muchas veces en el western, nos hace usar el término “fronterizo”.

En ‘Outer Range’ Brolin interpreta a un hombre que lucha día a día para sacar adelante y proteger a su familia, a la cual aloja en un rancho de Wyoming. De entrada ese clan de rancheros tiene una mancha en su pasado pues están perturbados por una extraña desaparición. Pero la cosa se tensa más con la disputa territorial que mantienen con la familia que posee las tierras colindantes a las suyas. Y lo que aumenta más el nerviosismo es la extraña aparición de un gran agujero en el suelo. Una oquedad capaz de hacer cosas… desconcertantes, voy a decir.

Tanto visual como sobre el guión la serie es muy Villeneuve. Nos lleva por parajes preciosos mientras navega por la mente de sus protagonistas y dosifica mucho la información relacionada con el misterioso agujero. Sin duda se acerca a las maneras de hacer de ‘La llegada’. El guión a veces es extraño, simbólico, desconcertante. ‘Outer Range’ es una serie de esas enigmáticas que nos dejan al final de cada episodio con cara de perplejidad.  Podría formar parte de alguno de los arcos argumentales de ‘Perdidos’ o de ‘Fringe’.

Una vez desvelado el misterio se hacen obvias algunas de las relaciones entre los personajes. Pero más allá de sembrar enigmas desarrolla un discurso sobre los secretos del pasado, nuestra capacidad de afrontar lo desconocido, la culpa, la confianza o las consecuencias de guardarse las cosas para uno mismo. Los personajes aguardan con recelo a enfrentarse a lo desconocido. La serie hace igual. Dosifica mucho sus instantes fantásticos y en su mayoría es un thriller ambientado en un territorio donde rigen las normas de los antiguos cowboys. Me habría gustado que dedicase más tiempo a su parte de ciencia ficción, aunque nos carga bastante de simbolismo, pero también es verdad que es un gustazo para aquellos que admiren los dramas en el medio oeste norteamericano. Al fin y al cabo esta es una historia de ciudadanos de a pie, casi catetos de pueblo, jugando con poderes que no controlan ni llegarán a entender nunca.

El toque de western no está solo en la indumentaria vaquera de los personajes. Está en el comportamiento de los protagonistas o en las rencillas que tienen con sus vecinos, con los cuales tienen esa pugna territorial. La manera en como tratan sus asuntos o su cotidianidad nos remonta a esos films donde más allá de la ley estatal estaban los pactos o códigos entre vaqueros. La violencia de oeste está presente pero también es una manera de mostrar que el que guarda secretos explota de un modo u otro. ‘Outer Range’ dibuja bien esa dualidad y nos mantiene enganchados.

Crítica: ‘Tenet’

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Armado con una sola palabra, Tenet, y luchando por la supervivencia del planeta, el protagonista viaja a un mundo crepuscular de espionaje internacional en una misión que supera los límites del tiempo real. No son viajes en el tiempo. Inversión.

Crítica

La marca Nolan sigue ligada a lo ingenioso

Por fin está aquí ‘Tenet’, la película de Christopher Nolan que por avatares del destino está llamada a salvar la taquilla veraniega a nivel mundial, ya sabemos que en España esa cruzada se le ha atribuido a Segura. Antes de meterme con otros aspectos trataré de responder a las preguntas que todo el mundo se está haciendo. ¿Es difícil de entender? ¿Es una película tan buena como las otras de Nolan?

A la primera pregunta diré que no. La película es compleja pero no complicada. Está muy bien explicada y junto con el protagonista vamos desentrañando el funcionamiento de Tenet. Se maneja un concepto físico (más bien una medida) que no se explica en detalle pero para la cual si se especifica su uso. Nolan de nuevo tira de pseudociencia e imaginación bajo el asesoramiento de Kip Thorne, quien ya le sirvió de guía en ‘Interstellar’. Vuelve a jugar con el tiempo como en ‘Origen’ e ‘Interstellar’, le llamaría cronomaestro pero ese apelativo me lo reservo para Justin Benson y Aaron Moorhead sin miedo a ser quemado en la hoguera. Al final de esta crítica tenéis una explicación concreta de a qué materia de la física me refiero, ojo que podría considerarse spoiler.

Es normal que el guión se haya mantenido en secreto tanto tiempo pues tiene giros muy interesantes, aunque algunos se puedan ver venir como si los hubiésemos vivido. Respondiendo a la segunda pregunta que he lanzado he de decir que la considero una película que merece ser un taquillazo pero Nolan me ha deleitado más con ‘Origen’, ‘El caballero oscuro’ e incluso con ‘Dunkerque’. Sigue siendo un maestro que se come el coco para mostrarnos algo nunca hecho pero que en esta ocasión no nos hace rascarnos tanto la cabeza.

Roma ni se conoce sin oro, ni se conoce sin amor. Con este palíndromo lo que quiero decir es que se palpa obviamente que hay un presupuesto enorme. Por ejemplo, para aquellos que quieren que un personaje de raza negra sea considerado en el cine como es debido han de saber que esta es la producción más cara con un hombre negro (John David Washington) como protagonista único, 205 millones de dólares. Y vaya si Washington está a la altura, tanto en la acción como en los diversos diálogos que ha de mantener con todo un repertorio de diversos personajes. Continuando con el tema del presupuesto, en el tráiler dicen querer estrellar un avión y Nolan ni corto ni perezoso ha estrellado uno de verdad, sin trucos de ordenador ni maquetas. Se puede hacer raro pero esta es una de las películas contemporáneas de Nolan que se sienten más artesanales en el sentido en que no usa ni una sola pantalla verde. Luce su talento para rodar una historia que como su marca exige es ingeniosa. Repasamos varias veces las mismas escenas y no se pierde el interés, aunque alguna pelea la habría recortado en el segundo visionado.

La historia de amor viene a través del villano, implacablemente bien interpretado por Kenneth Branagh, junto a Elizabeth Debicki. Es un hombre con temple y prontos, que maneja las cosas con serenidad y aún así se anticipa a los héroes de esta historia. Pero tiene un amor tóxico que se convierte en parte de uno de los detonantes del argumento.

Hay que decir que por fin podemos ver ‘Tenet’ ya que si fuese por Nolan habría estado en cines antes. Pero la pandemia lo ha impedido e incluso ha hecho que haya tenido que acabar su banda sonora con los músicos aportando su parte desde casa. Tras unos cuantos títulos colaborando juntos esta es la primera película en la que Hans Zimmer no le pone banda sonora, esto fue porque le compositor estaba con ‘Dune’. Este contratiempo ha hecho que el compositor de ‘Black Panther’ (Ludwig Göransson) sea el que acompañe ‘Tenet’ con sus notas. Y mucho mejor está este trabajo que el que hizo en la película de Marvel Studios, hasta el punto de decir que la banda sonora es imprescindible para lo trepidante de muchas escenas y el sentido narrativo que adquiere. En ese sentido se ha buscado un toque similar al de ‘Dunkerque’. ‘Tenet’ también es la segunda película seguida que escribe Nolan sin su hermano Jonathan Nolan (‘Westworld’).

Tiene mérito el que tenga partes de la producción hechas con interrupciones pero que al final todo concuerde. ‘Tenet’ es un gran puzle que nos obliga a volver sobre los mismos pasos una y otra vez. Pero respecto a lo narrativo veo el punto flaco de la película. El montaje es algo precipitado y abrupto. En lo respecto a la edición de la película Nolan también ha tenido que buscar sustituto a uno de sus habituales, en este caso a favor de Jennifer Lame, a la cual debemos la edición de ‘Hereditary’. Es cierto que la película se sigue estupendamente en las escenas pero cuando pasamos de una secuencia a otra el cambio es demasiado tosco.

Hasta la fecha solo me había gustado Pattinson en ‘Z, la ciudad perdida’ y tras ‘El faro’ y esta película me siento más animado a ver su Battinson. Sigo sin tragar ‘Crepúsculo’ por mucho que en ‘Tenet’ se le haga un simpático guiño. Casual o no Pattinson se enteró de que iba a ser Batman cuando rodaba precisamente con Nolan que como todos sabemos firmó una excelsa trilogía sobre el hombre murciélago.

Y para cerrar aquí viene la explicación física que se le puede dar a la película, a si es que si no queréis leer o saber más os recomiendo acudir al cine o revisionarla las veces que necesitéis, es disfrutable ya que sus casi dos horas y media se pasan volando, cuando acaba nos sentimos como si acabásemos de ver el principio. Intento no ser demasiado técnico y espero no errar en mi explicación que hace mucho que estudié esto en clase de física.

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Tenet significa principio en inglés. Pero principio no literalmente en el sentido de un punto origen (en esta película puede interpretarse con ese doble sentido) sino que estrictamente significa fundamento o reglas de algo. En este caso el principio es la entropía y el uso que se hace de ella. Yendo más al detalle. El universo tiende a distribuir o expandir la energía uniformemente y la entropía nos ayuda a comprender ese reparto irreversible. La entropía es una magnitud que puede guiarnos a la hora de explicar la razón de lo que sucede en un sistema bajo estudio o cómo de molecularmente desordenado está. Por lo tanto conociendo el estado de una entropía y sus microestados se pueden lanzar hipótesis sobre sus cambios. Conociendo la entropía de un sistema concreto (en este caso entendemos sistema como los sucesos que recorren en ambos sentidos los protagonistas) y la de sus alrededores tenemos idea de cómo funciona la entropía global. Si la entropía alcanza su nivel máximo se destruye. Es decir, si estamos hablando de la del mundo o la del universo sería nuestro fin. Aunque Nolan no busca ser cien por cien exacto asocia la entropía a un algoritmo que tiene el villano y que le permite retroceder en el tiempo hasta el punto que desea, poniendo en peligro al mundo entero.

Ficha de la película

Estreno en España: 26 de agosto de 2020. Título original: Tenet. Duración: 150 min. País: Reino Unido. Dirección: Christopher Nolan. Guion: Christopher Nolan. Música: Ludwig Göransson. Fotografía: Hoyte van Hoytema. Reparto principal: John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Dimple Kapadia, Aaron Taylor-Johnson, Clémence Poésy, Michael Caine, Kenneth Branagh. Producción: Syncopy, Warner Bros. Distribución: Warner Bros. Pictures. Género: ciencia ficción, acción, suspense. Web oficial: https://www.warnerbros.es/peliculas/tenet

Crítica: ‘La vieja guardia’

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Un grupo secreto y muy unido de mercenarios con una misteriosa capacidad que les impide morir lleva siglos luchando por proteger el mundo de los mortales a las órdenes de una guerrera llamada Andy (Charlize Theron). Pero cuando contratan al equipo para desempeñar una misión de emergencia y sus extraordinarias habilidades salen a la luz, Andy y Nile (Kiki Layne) —la recluta más reciente— deberán ayudar al grupo a erradicar la amenaza de quienes pretenden replicar y rentabilizar su poder a cualquier precio.

Crítica

Deja entrever mejor sus misterios pero tiene menos acción que el cómic

‘La vieja guardia’ es la nueva propuesta de Netflix que al igual que muchas otras sale de un cómic, en este caso de una colección de cinco números editada por Image Comics (Norma Editorial en España). Una obra de Greg Rucka, Leando Fernández y Daniela Miwa (reseña aquí) que el propio Rucka se ha encargado de adaptar al formato cinematográfico y que ha dirigido la directora Gina Prince-Bythewood (‘La vida secreta de las abejas’).

Conoceréis en ‘La vieja guardia’ a unos inmortales que pueden llegar a morir, aunque no saben como ni por qué les llega su hora. Sobreviven hasta a destrozos en su cabeza (por lo menos en los cómics) y se regeneran a lo Lobezno. Son personas nacidas en la antigüedad clásica, en la Edad Media o en el siglo XIX que están conectadas entre si y que se dedican a ser soldados de fortuna al servicio de causas que consideran justas. Tras cientos de años siendo un grupo de cuatro encuentran un nuevo miembro para su equipo. En este descubrimiento de nuevos héroes la película hace bien su introducción con dos secuencias que dejan claro de que va el tema.

Rucka ha sabido trasladar los tiempos del cómic a la pantalla y ha condensado todo en dos horas de filme. Para ello ha metido la tijera en parte de su guión original y ha puesto cosas nuevas. Así está claro que todo se centra más en el presente de los personajes y que se consigue adelantar en la historia hasta tal punto que podemos intuir ya la segunda entrega, si hay suerte y la llegamos a tener.

Se ha conservado ese poco aprecio que tienen estos mercenarios por sentir dolor o por ser masacrados. Eso le da un punto de humor negro que hemos visto como se ha explotado en otras películas, pero sin llegar a extremos tipo ‘Deadpool’, de un modo más dramático. También se ha conservado la relación entre los personajes y el carácter impasible y casi destructivo de su jefa, interpretada muy bien por Charlize Theron.

Ya hemos visto en otras ficciones (obviamente no hay un “basado en hechos reales” sobre este tema) cómo personajes incapaces de morir aprovechaban o sufrían su condición. En este caso los miembros de ‘La vieja guardia’ sacan partido a su capacidad de revivir para resolver misiones arriesgadas o lidiar batallas en distintos bandos a lo largo de la historia. Pero su capacidad de revivir es finita, aunque esta termina de manera desconocida y en un momento indeterminado. Respecto a esto en el cómic se desarrolla un discurso de drama y hastío. En la película se ha intentado introducir un factor suspense y peligro que hace que temamos más por la seguridad de determinados personajes. No está mal esa modificación que se suma a lo que sucede también en las viñetas, corren el riesgo de salir de la protección que da el anonimato.

De nuevo Theron está en una película en la que no puede morir, protege su identidad a toda costa y pertenece a una clase antiquísima de personas que es única en el mundo. Eso sucedía también en ‘Hancock’ pero aquí su personaje tiene una personalidad algo diferente y no está rodeada de humor sinvergüenza, aunque si de bastante tragedia. Ganamos con ‘La vieja guardia’ otro gran personaje femenino de acción.

‘La vieja guardia’ es disfrutable por ver como mueren los protagonistas una y otra vez y es aún más divertido contemplar a Charlize Theron liarse a hachazos, con un arma clavada a la de las viñetas. Pero falta algo más de acción del tipo a la que vemos en el último acto, tanto por la concepción del cómic como por el ritmo de la película demanda más escabechinas. Tiene tiroteos y peleas pero en el cómic son aún más explícitas. En la obra escrita hay más escenas en la antigüedad y con ellas vemos más muertes. Pero no solo están bien esas escenas en el pasado de los personajes por ver miembros y sangre por aquí y por allá, sino porque conocemos como descubrieron su inmortalidad y ahondamos en su personalidad. También es un trasfondo que le da cierta poesía a la historia. Aunque hay algún dialogo que va en esa línea (como el que tiene Marwan Kenzari dentro de un furgón) ese lirismo le falta al filme.

Peca de algo que padecen muchas películas, un buen villano. En este caso el objetivo del enemigo es el mismo que el de los cómics. Pero lo que le falta al personaje de Harry Melling (el primo de Harry Potter) es estar un poco más loco o ser más amenazante, porque no impone. Tenemos esa imagen suya de “capuyo” tras toda la saga de ‘Harry Potter’ pero aquí no funciona muy bien.

Rucka en esta ocasión ha sido más conciso y menos implícito en las causas y razones de sus héroes sobrenaturales. Podemos intuir o imaginar de un modo más concreto las razones a lo que sucede. Cuando leí el cómic escribí que esperaba que añadiesen algo más de sentido o de profundidad al final. Así ha sido. Como siempre hay algunos cambios con respecto a lo que pasa en las viñeatas, se mete alguna historia de regalo (que pertenece a la segunda parte, ‘Force Multiplied’) para aspirar a una continuación. Quien sabe quizá una serie de ‘La vieja guardia’ sería una buena idea, si la agenda de los actores lo permitiese.

Ficha de la película

Estreno en España: 10 de julio de 2020. Título original: The old guard. Duración: 118 min. País: EE.UU. Dirección: Gina Prince-Bythewood. Guion: Greg Rucka. Música: Fotografía: Reparto principal: Charlize Theron, Kiki Lane, Marwan Kenzari, Luca Marinelli, Matthias Schoenaerts, Harry Melling, Van Veronica Ngo, Chiwetel Ejiofor. Producción: Denver and Deliah Productions, Dune Films, Image Comics, Netflix, Skydance Media. Distribución: Netflix. Género: ciencia ficción, drama, adaptación. Web oficial: https://www.netflix.com/es/title/81038963

Crítica de la temporada 3 de ‘Dark’

Para Winden el tiempo es dios y sus historias son un sindiós

Netflix estrena la temporada 3 de ‘Dark’ justo el día que su ficción pronostica el fin del mundo, el 27 de junio. Ya hemos visto que para los habitantes de Winden el tiempo determina su destino y ejerce de dios inamovible. La serie tiene tantas idas y venidas, con la introducción ahora además de nuevos mundos y personajes, que la convierten en un sindiós, en un caos. Pero está magníficamente ordenada y no peca de tener agujeros de guión. La serie empezó y ha concluido de un modo magistral.

La temporada 3 de ‘Dark’ explica rápido lo que vimos en la conclusión de la temporada anterior y nos ubica también casi de manera inmediata a los personajes. De este modo la serie de Baran bo Odar (que hace un cameo en una fotografía) se mete en faena, nos introduce nuevos elementos misteriosos y se encamina a su resolución. Y el final satisface, queda explicado y reducido a algo sencillo. Tiene además un cierre definitivo para los personajes, que emplea recursos ya vistos antes e incluso a veces algo vagos, pero que cuadran a la perfección. ‘Dark’ ha conservado hasta el final su tenebrosidad, sus embrollos y su buena manera de tratar los personajes.

En esta nueva etapa quienes vuelven a tener toda la atención del espectador son Jonas, Martha y Claudia. De nuevo la pérdida, el dolor, el amor o la curiosidad serán los motores de los protagonistas. Si esta serie se pudo comparar por su carácter fantástico, formato coral y tremenda complejidad con ‘Lost’ se puede decir que está mucho mejor planificada y no se deja ningún detalle por cerrar. Para poder dar explicación a todas las relaciones, situaciones y eventos de la serie se ha tirado de algunos personajes dedicados a rellenar los huecos pendientes e incluso esta temporada introduce un deus ex machina ya que se basa bastante en un elemento que ha aparecido de repente. Pero la labor de logística a la hora de que todo el guión y lo antes estrenado cuadre sin fisura alguna es titánica. Ha sido como ese episodio de ‘Futurama’ en el que Fry se convierte en su propio abuelo, pero de un modo multiplicado por diez.

La contienda mísico-cientícia contra Sic Mundus ha llegado a su clímax final rodeada además de bastante religiosidad. Detalles como la medalla de San Cristobal, los ciclos de 33 años, el origen con Adán, el sacerdote interpretado por Noah… son importantes. Uno no puede desconcentrarse y perder la conexión de todos esos pormenores, sobre todo teniendo en cuenta que esta es una trama llena de mentiras y paradojas. Pero al final todo es bastante más académico que espiritual, tiene una explicación lógica y fundamentada.

Al final nos hemos quedado sin saber qué paso con trivialidades como el ojo de Wöller, porqué Ulrich siempre es infiel o a qué se debe la imposibilidad de hablar de algunos personajes. Al fin y al cabo, esa repetitividad que parecía ser un McGuffin nos habla del famoso error en la matriz (haciendo un guiño a los déjà vu de ‘Matrix’) y de su teoría de la predestinación. Detalles que la serie se puede permitir dejar sin explicar ya que no son importantes, salvo por el hecho de que nos ubican en un universo u otro. Algo parecido a lo que se hacía con el aspecto de los personajes en ‘Fringe’ cuando saltábamos por todo ese multiverso de manera constante.

Lo importante es que se ha dado una explicación a la aparición de los viajes en el tiempo, al nuevo universo que se presentó en los últimos segundos de la temporada dos y a todos esos enlaces entre personajes que hemos ido descubriendo. La temporada 3 de ‘Dark’ explica muchas cosas. Vuelve a sus razonamientos metafísicos y científicos tirando incluso de cuántica y de propiedades de la teoría de cuerdas. Pero probablemente lo que más atraiga al espectador será ir rellenando esos huecos que quedaban pendientes en el árbol genealógico de Winden, sabiendo quienes son padres, madres o hermanos, y descubrir además algunas ramas nuevas que aparecen. Os recomiendo ir viendo la temporada 3 de ‘Dark’ teniendo a mano un gráfico de cómo se relacionan los personajes, se puede hacer un lío, sobre todo si no la tenéis fresca. Aunque los finales de episodio a pantalla partida conectando épocas ayudan bastante. Tened en cuenta eso y que habría que poner un altar a los responsables del casting porque las versiones jóvenes o ancianas de cada personaje están escogidas maravillosamente. A parte que otro buen punto de ‘Dark’ ha sido el introducir elementos reconocibles en cada protagonista, con una especie de obsesión por las cicatrices.

Ya se resolvió por qué desaparecían niños, quien era el demonio blanco o donde fue a parar Mikkel. Ahora se han corregido algunos detalles que no acababan de estar bien (como el nombre de la enfermera del psiquiátrico en el que acaba Ulrich). Quedaban cosas importantes por saber, tales como el camino que sigue Jonas para convertirse en Adam, que hacía el colgante de San Cristóbal en la orilla del lago cuando lo encuentra el protagonista, como acaba Charlotte con Tannhaus, quien escribe el libro con las indicaciones para Noah, por qué Martha se vio a sí misma en el bosque, quién es Silja, qué importancia tiene la historia de Hannah en el pasado… ¿Habrán quedado resueltas? Ya veréis eso y muchísimo más a partir del 27 de junio. Vais a oír mucho eso de “¿qué significa?” pero no os preocupéis que no os va a quedar ninguna duda y si la serie os enganchó en sus orígenes también os va a gustar en su ocaso.

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