Crítica: ‘Godzilla: Minus One’

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En el Japón de la posguerra surge un nuevo terror. ¿Podrán sobrevivir las personas devastadas… y mucho menos defenderse?

Crítica

Exprime sus recursos al máximo y aún así es capaz de alinearse con las originales y los gustos del público actual

¿Habéis oído alguna vez la expresión “lo bueno de tocar fondo es que solo te queda subir”? Pues es cierta hasta que aparece Godzilla en tu vida. El monstruo gigante o kaiju, casi siempre azote de japón y a veces el vengador radiactivo, regresa con una producción hecha en casa que lleva al país del sol naciente a niveles peor que tercermundistas, de ahí su título.

En ‘Godzilla: Minus One’ se recupera el grito original, algunas notas de la música de las primeras películas y detalles como el no mostrar al monstruo comiéndose a gente de manera expresa. Aunque también lo disfruto, he de celebrar que este regreso a las raíces le ha valido a la Tōhō mejor resultado en cifras y críticas que el Monsterverse de Warner. Es un logro para una película de quince millones de dólares. Pero no todo es nostalgia.

Este Godzilla que recupera un aspecto y propiedades más mutantes solo está presente en pantalla once minutos. Con todo y con eso la película es tan capaz de sembrar terror e incertidumbre que parece omnipresente. Aparecía más en ‘Shin Godzilla’ y todo el mundo coincidió en que esa fue una película excesivamente humana y burocrática. Es otra medalla para ‘Godzilla: Minus One’, la cual, ha tenido que exprimir su presupuesto.

Se llevó un Oscar a los Mejores Efectos Visuales y me imagino que fue un reconocimiento a lo bien que está realizado todo con mucho menos presupuesto que las películas con las que competía. Pero además imagino que influye el homenaje al autor de los efectos de los primeros Godzilla, tanto por el nombre del protagonista como por la postura que pone el kaiju al caminar, la cual, recuerda a la que adoptaban aquellos que vestían el traje en las películas de los 50s y 60s. Y no solo hay que hablar del diseño de la criatura, también de la mezcla con efectos prácticos y su capacidad de crear la ambientación basada en el Japón de la ocupación estadounidense.

La II Guerra Mundial y las bombas nucleares vuelven a ser el marco, hasta tal punto de introducir rebuscados guiños a detalles reales y trágicos relacionados con Hiroshima. Así es como vemos a Japón, como una nación que resurge de sus cenizas y tiene un fuerte sentimiento de comunidad y sacrificio. Esto último es algo habitual en la cinematografía del director Takashi Yamazaki, tachado muchas veces de ser nacionalista. Pero esta película está lejos de pecar de orgullosa o soberbia, al margen de mostrar la capacidad nipona de recuperarse, es capaz de reflejar una disposición de asumir los errores del pasado. El protagonista hace las veces de metáfora de un país capaz de redimirse y aprender lo que es vivir.

Mi yo más lógico me hace decir que también ‘Godzilla: Minus One’ dispone una de las soluciones más ingeniosas y científicas para intentar acabar con Godzilla. Lo que plantean no es algo nada disparatado, que evidentemente está dentro de la ciencia ficción y que por fin muestra por qué Godzilla siempre asoma todo su cuerpo por encima de las aguas sea cual sea la profundidad del océano.

Con tantas versiones que ha habido y sigue habiendo de Godzilla, Takashi Yamazaki ha conseguido una película épica, original y lo que es más difícil, capaz de alinearse con las originales y los gustos del público actual. ‘Godzilla: Minus One’ da espectáculo y destrucción con el aliento atómico contemporáneo, pero no da el fan service de las producciones hollywoodienses alineándose con un concepto japonés de criatura destructiva y aterradora, un tatarigami.

La teoría loca para el final. El director orquestó las películas live action de ‘Parasyte’. En las últimas escenas hay un detalle en el cuello de uno de los personajes que quizá nos sugiera, no que ambas franquicias vayan a confluir, pero quizá si una curiosa idea para continuar las películas de Godzilla por derroteros hasta ahora nunca vistos.

Ficha de la película

Estreno en España: 31 de mayo de 2024. Título original: Gojira -1.0. Duración: 124 min. País: Japón. Dirección: Takashi Yamazaki. Guion: Takashi Yamazaki. Música: Naoki Sato. Fotografía: Kôzô Shibasaki. Reparto principal: Minami Hamabe, Ryunosuke Kamiki, Sakura Andô, Rikako Miura, Munetaka Aoki. Producción: Robot Communications, Toho Studios. Distribución: Netflix. Género: ciencia ficción. Web oficial: https://www.instagram.com/godzilla231103/

Crítica: ‘Parasyte: los grises’

Acierta al no intentar readaptar y consigue convivir paralelamente al original

La historia de ‘Parasyte’ arrancó como un manga en Japón allá por 1988. Su autor Hitoshi Iwaaki ha visto como su obra se grajeaba muchos fans e incluso se llegaba a convertir en serie anime y a tener dos películas de acción real. Ahora es Netflix quien coge esta exitosa idea de terror y la convierte en ‘Parasyte: los grises’, una serie live action con 6 episodios que llegan el 5 de abril. Por mucho que esta serie le pegue mucho al director japonés Takashi Miike, quien ha realizado esta adaptación para Netflix es el guionista y director Yeon Sang-ho. Quizá es porque Miike, el mayor adaptador de mangas de la historia, estaba ocupado haciendo para la plataforma el anime de ‘Onimusha’.

Y me alegro de que haya sido Yeon Sang-ho pues muchos en España somos admiradores de su trabajo tras el estreno de ‘Seoul Station’ y ‘Train to Busan’, quizá no tanto tras ‘Península’. No es la primera vez que el rompedor director trabaja con Netflix pues ya estrenó la más que potable ‘Rumbo al infierno’ o la fantástica película de acción y ciencia ficción ‘Jung_E’.

Para aquellos que no conozcan ‘Parasyte’ han de saber, sin spoilers, que trata sobre como los humanos han de enfrentarse a unos seres bautizados como parásitos. Esto no va en el mismo sentido que la película de Bong Joon-ho, aunque algo de retrato de vagos y oportunistas hay, sino de un modo más cercano al de ‘Los ultracuerpos’, ‘The faculty’ o ‘Invasión secreta’. Con códigos de terror e imágenes grotescas similares a las que vemos en las páginas del ahora tan de moda Junji Ito, seguimos la historia de un adolescente llamado Shin’ichi Izumi, quien cual Eddie Brock con Venom empieza a convivir con uno de los parásitos invasores. Eso es lo que plantea inicialmente el manga. La serie se desplaza a un escenario ubicado un tiempo más adelante, con la invasión más avanzada, en términos más apocalípticos y con una protagonista diferente a la de los primeros mangas, pero que plantea las mismas cuestiones sobre la coexistencia.

Los humanos convirtiéndose en formas agusanadas letales y afiladas son la marca de la casa cuando hablamos de ‘Parasyte’. Las criaturas comparten el instinto de supervivencia de sus huéspedes ayudándose en simbiosis, pero sin compartir los intereses u objetivos. Estas criaturas son todo un reto para los cosplayers fans de la saga, los cuales, muy gratamente verán como la estética y morfología de las criaturas está respetada en la serie. No hay que preocuparse, no estamos ante un caso tipo ‘Death note’, la fidelidad de esta serie está más próxima a lo recientemente visto con ‘One piece’. Eso sí, hay que puntualizar que esta no es una traslación literal sino un fantaseo que sobre todo explora otras posibilidades del universo creado por Iwaaki. En el caso del manga y anime la dinámica es más ‘Venom’ y ‘The faculty’ y en el caso de la serie se toma un rumbo más cercano a ‘Invasión secreta’, The Strain’ y ‘Los ultracuerpos’. La pena es que la serie arranca con los mismos mensajes ecologistas que el manga, pero no desarrolla los argumentos en contra de lo perniciosos que somos los humanos de un modo convincente.

Yeon Sang-ho es ya todo un experto en manejar historias que ponen en jaque en a la humanidad. Hitoshi Iwaaki ya se ha manifestado muy satisfecho con las nuevas ideas que aporta la serie y yo no puedo decir lo contrario. La historia cambia sustancialmente con personajes más traumados y escenas más crudas, pero las reglas y el discurso se mantienen, de hecho, lo que sucede en la serie convive perfecta y simultáneamente con el manga. La trama es más policial y alude constantemente al ‘Dr. Jekyll y Mr. Hyde’, pero no pierde su sentido grotesco. En resumen, es un acierto que la serie haya desarrollado una trama que va de la mano a la original y no se haya intentado adaptar lo que ya hemos visto en formato anime y películas de acción real. Es una buena manera de ampliar el universo de ‘Parasyte’.

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