Crítica: ‘El espía honesto’

Sinopsis

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El ambicioso científico Franz Walter acepta trabajar para el servicio de inteligencia exterior de la RDA y promete lealtad absoluta al sistema hasta que pueda asumir su nuevo cargo como catedrático en la universidad. Franz, pronto se verá obligado a utilizar prácticas no muy adecuadas para conseguir las peticiones de sus superiores: vigilancias y escuchas telefónicas, cartas y diagnósticos falsificados, chantajes y presiones psicológicas. Pero esto es más de lo que Franz puede soportar… Y se producirá un súbito giro en la historia.

Crítica

Carece del mordiente necesario como para causar sensación

La historia de ‘El espía honesto’ viene directamente de nuestros europeos años 80. Pero esta no es otra película que se una a la explotación nostálgica que tanto nos rodea en la última década. Es un título que nos trasporta a la Alemania de 1981 para hacer un poco de justicia histórica y para remarcar también cuán dañinos pueden ser los métodos de los gobiernos en las vidas de sus ciudadanos, aunque el sueño de estos sea servir fielmente a su patria.

Werner Teske es quien inspira la narración y la directora Franziska Stünkel ha decidido cambiar el nombre del protagonista a Franz Walter, el cual, está interpretado por Lars Eidinger, a quien vimos recientemente en ‘El profesor de persa’ y al que se le suman otros actores alemanes, entre ellos algunos de la serie ‘Dark’. Un cambio que imagino que sirve para respetar a la persona y sus familiares, pero que también busca no mostrar su final, el cual os recomiendo no os destripéis googleando sobre Teske. Premeditado es también el ritmo del filme. ‘El espía honesto’ huye de las tramas de espionaje que dependen de sus escenas de riesgo o de sus traicioneros giros para atrapar al espectador. Es un relato más humano, más lánguido, algo que sin duda jugará en contra de la película para calar en un público masivo.

Si el largometraje os da la sensación de estar muy bien ambientado no es solo porque nos lo muestren con una imagen intencionadamente tratada con tonos “vintage”. Es porque también se ha localizado en los lugares originalmente usados por la RDA y su servicio de inteligencia. Sin duda un curioso atractivo que nos ayuda a sumergirnos en una era de miedo, desconfianza o paranoia. Así nos pinta la directora y guionista la época de la República Democrática Alemana, aunque lo hace de manera discreta o de un modo tan excesivamente reservado que carece del mordiente necesario como para causar sensación.

Lo bueno, o por lo menos lo que marca la diferencia, es que este no es un espía que diga a gritos “¡Ey! Vengo a destapar todos los trapos sucios habidos y por haber y a llevar una vida emocionante”. Gracias a su sobriedad la película se siente más humana y realista. Parece orientada a reconocer los pecados del pasado. Y cuando hablamos de la búsqueda de exculpación por parte de los germanos nos suele venir a la mente la época hitleriana, olvidándonos de que más recientemente el país estuvo partido en dos. Como igual de dividida estaba la vida del protagonista, escindida entre su amor por la patria y los sueños forjados con su pareja, otro factor que la directora acierta a retratar.

No puedo evitar alinearme con el protagonista cuando pienso que siempre fracasamos aquellos que desempeñamos nuestro trabajo con la mayor honestidad y escrúpulos posibles, aunque con ello caiga en un ejercicio de soberbia parecido al del ambicioso Franz Walter. Esa contradicción de sentimientos es similar a la que busca el filme. Cuando más se observa es en la primera visita de Walter a la Alemania Occidental. “Esta sociedad brilla en la superficie, pero debajo hay una miseria como nunca has visto”, le dice su compañero de viaje y misión. Una frase que podría funcionar en ambas Alemanias e incluso hoy en día. “Nahschuss” es la palabra alemana que da título al filme, “primer plano”, ya que pone el foco muy de cerca en intentar acercarse a aquellos que estaban en primera línea, los que se la jugaban de verdad. De un modo templado ‘El espía honesto’ nos aporta, una vez más, una historia de quitarse la venda de los ojos.

Ficha de la película

Estreno en España: 5 de enero de 2022. Título original: Nahschuss (The last execution). Duración: 115 min. País: Alemania. Dirección: Franziska Stünkel. Guion: Franziska Stünkel. Música: Karim Sebastian Elias. Fotografía: Nikolai von Graevenitz. Reparto principal: Lars Eidinger, Luise Heyer, Devid Striesow, Paula Kalenberg, Victoria Trauttmansdorff, Peter Benedict, Moritz Jahn, Peter Lohmeyer. Producción: Network Movie Film-und Fernsehproduktion, Franks Filmproduktion, C-Films, Zweites Deutsches Frensehen, ARTE. Distribución: Adso Films. Género: drama, thriller. Web oficial: https://adso.tv/ficha/el-espia-honesto

Crítica de la temporada 3 de ‘Dark’

Para Winden el tiempo es dios y sus historias son un sindiós

Netflix estrena la temporada 3 de ‘Dark’ justo el día que su ficción pronostica el fin del mundo, el 27 de junio. Ya hemos visto que para los habitantes de Winden el tiempo determina su destino y ejerce de dios inamovible. La serie tiene tantas idas y venidas, con la introducción ahora además de nuevos mundos y personajes, que la convierten en un sindiós, en un caos. Pero está magníficamente ordenada y no peca de tener agujeros de guión. La serie empezó y ha concluido de un modo magistral.

La temporada 3 de ‘Dark’ explica rápido lo que vimos en la conclusión de la temporada anterior y nos ubica también casi de manera inmediata a los personajes. De este modo la serie de Baran bo Odar (que hace un cameo en una fotografía) se mete en faena, nos introduce nuevos elementos misteriosos y se encamina a su resolución. Y el final satisface, queda explicado y reducido a algo sencillo. Tiene además un cierre definitivo para los personajes, que emplea recursos ya vistos antes e incluso a veces algo vagos, pero que cuadran a la perfección. ‘Dark’ ha conservado hasta el final su tenebrosidad, sus embrollos y su buena manera de tratar los personajes.

En esta nueva etapa quienes vuelven a tener toda la atención del espectador son Jonas, Martha y Claudia. De nuevo la pérdida, el dolor, el amor o la curiosidad serán los motores de los protagonistas. Si esta serie se pudo comparar por su carácter fantástico, formato coral y tremenda complejidad con ‘Lost’ se puede decir que está mucho mejor planificada y no se deja ningún detalle por cerrar. Para poder dar explicación a todas las relaciones, situaciones y eventos de la serie se ha tirado de algunos personajes dedicados a rellenar los huecos pendientes e incluso esta temporada introduce un deus ex machina ya que se basa bastante en un elemento que ha aparecido de repente. Pero la labor de logística a la hora de que todo el guión y lo antes estrenado cuadre sin fisura alguna es titánica. Ha sido como ese episodio de ‘Futurama’ en el que Fry se convierte en su propio abuelo, pero de un modo multiplicado por diez.

La contienda mísico-cientícia contra Sic Mundus ha llegado a su clímax final rodeada además de bastante religiosidad. Detalles como la medalla de San Cristobal, los ciclos de 33 años, el origen con Adán, el sacerdote interpretado por Noah… son importantes. Uno no puede desconcentrarse y perder la conexión de todos esos pormenores, sobre todo teniendo en cuenta que esta es una trama llena de mentiras y paradojas. Pero al final todo es bastante más académico que espiritual, tiene una explicación lógica y fundamentada.

Al final nos hemos quedado sin saber qué paso con trivialidades como el ojo de Wöller, porqué Ulrich siempre es infiel o a qué se debe la imposibilidad de hablar de algunos personajes. Al fin y al cabo, esa repetitividad que parecía ser un McGuffin nos habla del famoso error en la matriz (haciendo un guiño a los déjà vu de ‘Matrix’) y de su teoría de la predestinación. Detalles que la serie se puede permitir dejar sin explicar ya que no son importantes, salvo por el hecho de que nos ubican en un universo u otro. Algo parecido a lo que se hacía con el aspecto de los personajes en ‘Fringe’ cuando saltábamos por todo ese multiverso de manera constante.

Lo importante es que se ha dado una explicación a la aparición de los viajes en el tiempo, al nuevo universo que se presentó en los últimos segundos de la temporada dos y a todos esos enlaces entre personajes que hemos ido descubriendo. La temporada 3 de ‘Dark’ explica muchas cosas. Vuelve a sus razonamientos metafísicos y científicos tirando incluso de cuántica y de propiedades de la teoría de cuerdas. Pero probablemente lo que más atraiga al espectador será ir rellenando esos huecos que quedaban pendientes en el árbol genealógico de Winden, sabiendo quienes son padres, madres o hermanos, y descubrir además algunas ramas nuevas que aparecen. Os recomiendo ir viendo la temporada 3 de ‘Dark’ teniendo a mano un gráfico de cómo se relacionan los personajes, se puede hacer un lío, sobre todo si no la tenéis fresca. Aunque los finales de episodio a pantalla partida conectando épocas ayudan bastante. Tened en cuenta eso y que habría que poner un altar a los responsables del casting porque las versiones jóvenes o ancianas de cada personaje están escogidas maravillosamente. A parte que otro buen punto de ‘Dark’ ha sido el introducir elementos reconocibles en cada protagonista, con una especie de obsesión por las cicatrices.

Ya se resolvió por qué desaparecían niños, quien era el demonio blanco o donde fue a parar Mikkel. Ahora se han corregido algunos detalles que no acababan de estar bien (como el nombre de la enfermera del psiquiátrico en el que acaba Ulrich). Quedaban cosas importantes por saber, tales como el camino que sigue Jonas para convertirse en Adam, que hacía el colgante de San Cristóbal en la orilla del lago cuando lo encuentra el protagonista, como acaba Charlotte con Tannhaus, quien escribe el libro con las indicaciones para Noah, por qué Martha se vio a sí misma en el bosque, quién es Silja, qué importancia tiene la historia de Hannah en el pasado… ¿Habrán quedado resueltas? Ya veréis eso y muchísimo más a partir del 27 de junio. Vais a oír mucho eso de “¿qué significa?” pero no os preocupéis que no os va a quedar ninguna duda y si la serie os enganchó en sus orígenes también os va a gustar en su ocaso.

Impresiones de la segunda temporada de ‘Dark’

Continúa la concienzuda trama y el tenebroso estilo 

Se podría decir que Netflix tiene un catálogo inmenso. Pero de entre todas las producciones propias que nos pone en su parrilla hay algunas que de verdad pueden considerarse un auténtico buque insignia. Son esas series o películas que gustan a nivel mundial y que dejan una huella perceptible en nuestra época. ‘Dark’ es de esas que quedarán grabadas en el tiempo, nunca mejor dicho. La serie de Baran Bo Odar y Jantje Friese acaba de estrenar su segunda temporada y el nivel continúa altísimo, los viajes en el tiempo siguen siendo el centro de atención en una producción que continúa rompiendo moldes.

La primera temporada nos desbordó con su gran complejidad y número de personajes. La manera en que sus guionistas trataron conceptos como los viajes en el tiempo, el efecto mariposa o las paradojas se salió de lo típico y es algo que nos sorprendió. Eso unido a la incógnita de reconocer a cada protagonista en cada una de sus épocas y por supuesto a desvelar el enigma de los niños desaparecidos nos atrapó. Ese primer tramo de la serie fue bastante resolutivo y nos hemos enfrentado ahora a una segunda etapa con las cartas sobre la mesa en la que hemos tenido algunas claves por desvelar y en la que se nos han abierto nuevas incógnitas.

Para mí el misterio más importante es ¿qué le pasó al agente Wöller en el ojo? Os puedo adelantar que esta temporada ni nos desvela que le sucedió a este policía que aparece tuerto desde la primera temporada ni nos dice quién es en otras épocas. Pero aunque os parezca un asunto trivial yo tengo mis teorías y me aventuro a señalar que va a resultar ser definitivo en la serie. A parte de esto la nueva temporada tiene incógnitas que arrastra durante todos sus episodios y que os van a mantener bastante atrapados pues los guionistas han generado más cuestiones que se suman a las pocas que quedaron sin resolver en la primera parte.

La serie toma muy bien el pulso al espectador y le hace plantearse sus creencias sobre la linealidad del tiempo. El origen de todo es el centro de atención de esta temporada, es la búsqueda incesante de los protagonistas. Es por eso que la famosa frase «sic mvndvs creatvs est» aparece por todas partes y la narrativa juega con la famosa partícula de dios (con algo de desacierto en sus términos físicos) o con detalles tan nimios como referencias musicales al grupo Kreator. Es brillante como cada episodio está repleto de paradojas o coincidencias sin que la trama se contradiga, completando un complejísimo puzle reservándonos además unas cuantas sorpresas.

Cobra aún más protagonismo el personaje de Jonas, interpretado por varios actores, como casi todos los protagonistas de esta serie. Pero también adquieren más presencia personajes como Noah o Claudia. Ellos representan dos bandos enfrentados en una guerra sin disparos, una cruzada místico-científica que coge de por medio a un grupo de gente inocente. Personas que sin comerlo ni beberlo se ven inmersas en una contienda de la que debe formar parte y elegir frente. En este aspecto la serie me ha recordado mucho a ‘Perdidos’ y he de decir que tanto el personaje de Claudia como el de Adam me han remontado a los papeles que ejercían Mark Pellegrino y Titus Welliver como Jacob y El hombre de negro respectivamente.

Tantas de desapariciones cada treinta y tres años no podían pasar desapercibidas y la serie no ha descuidado ese detalle. La incorporación del personaje del investigador Clausen ha sido una gran aportación pues ha unido muchas de las historias que necesitaban un hilo conductor. El casting de la serie sigue siendo excelente, no descuida parecidos ni rangos de edades, ni por supuesto el talento de los actores.

El guión y la trama es muy concienzuda. Pero si la ambientación no fuese igual de excelente la serie no nos estaría cautivando tanto. La temporada 2 de ‘Dark’ nos lleva de una época a otra como quien pasa de su salón a su cocina, con solo dar unos pasos. De una era arrasada al siglo XXI, pasando a los musicales años ochenta, de ahí a los prometedores años 50 y de ahí a los años 20 de post-guerra. Y no precisamente en ese orden, con la destreza además de no liarnos y consiguiendo mantener el drama. El trabajo de localización y diseño de producción es apabullante pues han tenido que plasmar los mismos lugares de muchas maneras distintas, todo un reto logístico y de recreación. Se mantiene el tono lúgubre y tenebroso pero va cambiando la luz y el color en función de la década en la que nos encontremos.

La esencia de esta temporada está en llegar a los nexos de las líneas temporales que unen a unos personajes con otros, o lo que es más, lo que une a unos personajes con ellos mismos. Todo gira en torno a una cuenta atrás hacia un apocalipsis (algo que parece repetirse en algunas series de Netflix) que se intenta evitar o provocar. Para ello nos van a hacer ver como se unen principios y finales, creados con creadores, padres e hijos. La línea de origen y final se unen en la segunda temporada de ‘Dark’ y no existe un punto donde situarse para reconocer el germen del bucle. Está todo pensado para que cuadre de una manera sin fisuras.

¿Cuánto hace que no veis un producto alemán que os guste y os enganche sin que haya necesidad de que este se refiera a alguna Guerra Mundial o al Muro de Berlín? Esta sigue siendo una serie para no perder detalle. El final de esta temporada es menos concluyente y queda más abierto o expectante a la llegada de la tercera. Y aquí llega la única pega de este año en ‘Dark’ que se une quizá a su leve bajada de calidad en su fotografía. Sus instantes finales nos auguran que los siguientes episodios de la serie se van a amoldar a una narración más acorde a corrientes actuales a argumentos muy de moda. Yo confío en que Baran Bo Odar y Jantje Friese sabrán mantenernos expectantes en la oscuridad de nuestro salón mientras vemos lo que pasa en Winden, pero me temo que la presencia de sus discursos, argumentos y teorías acerca del tiempo comienzan a diluirse.

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