Batiburrillo fantástico entre la copia y el homenaje
El 4 de junio de este 2021 Movistar+ lanza una nueva apuesta por las series juveniles, en este caso con mucho, muchísimo sabor fantástico y fantasioso. ‘Paraíso’ es el nombre de la producción con la que de un modo ambicioso quieren llegar a todos los públicos en un arranque que constará de tres episodios. La serie tiene un total de siete capítulos de 50 minutos cada uno.
Esta historia nos lleva acompañados de música de sintetizador a una época reciente (1992) en la que muchos éramos adolescentes o niños. Transcurre en verano, en un anónimo pueblo costero, con sus protagonistas yendo de acá para allá en bici, siguiendo la trama de una agente de la ley, moviéndose entre dimensiones, encontrando cuevas de épocas piratas, topándose con símbolos parecidos a la triqueta, rodeados de luces de neón… los parecidos con ‘Stranger Things’, ‘Dark’ o ‘Los Goonies’ son mayúsculos. ¡Y esto solo en el primer capítulo! Si hasta el tío duro del grupo se parece a Charlie Heaton. Este no es un calco y no se vende como una versión española directa de esas famosas historias, pero viendo el primer episodio uno siente hasta vergüenza ajena de lo poco original que es. Incluso los carteles siguen la misma línea.
Y si has seguido leyendo estas líneas te pasará como con la serie, que poco a poco se te pasará ligeramente la indignación. Siempre nos quejamos de que en USA no se hacen más que remakes y no vamos a dejar de ser igual de críticos con lo que se haga en España. Y digo que paulatinamente esa sensación de hastío o cabreo se va pasando porque es cierto que ‘Paraíso’ después sigue sus propios derroteros y va construyendo su universo. Vamos viendo como las normas son otras, la dinámica es ligeramente distinta y con la incorporación de ciertos personajes o giros te vas enganchando a la serie, pero cuesta separarse de tantas similitudes iniciales ya que no dejan de aparecer elementos en común con las otras producciones que he citado. Todo parece ir bien, con novedades propias pero de repente se introduce otro “guiño” o se juega la eterna carta del elegido (para nada). Movistar+ nos lleva con esta historia por un vaivén de gustos y decepciones, a esto debe ser a lo que llaman una montaña rusa de emociones. Y todo ello para acabar con un clásico final hortera y cursi, aunque al menos no es complaciente y es conclusivo.
Con todo y con eso hay que decir que la serie está muy bien rodada. Seguro que muchas veces habéis dicho eso de “es que con ver los colores de las escenas se sabe que es española”. Pues el etalonaje es magnífico y el diseño de producción no tiene nada que envidiar a una gran producción hollywoodiense. Ese buen hacer en el rodaje quiero creer que es mérito de un gran equipo técnico y de un director que me cautivó con la trilogía del Baztán, Fernando González Molina. Pero el problema está en las bases, el batiburrillo vago de historias fantásticas me ha decepcionado y me lo he explicado cuando he visto que los guionistas son los mismos que los de ‘Los protegidos’ y ‘El internado’.
El número rarezas y de reglas que incorpora la serie parece no tener fin. Al final juega un poco a ‘La cura del bienestar’ y muchas veces se descuida de lo que ha pasado o se olvida de los códigos que ha establecido, pero consigue tener momentos emocionantes, no os dejéis condicionar por lo artificiales que se perciben las gaviotas del principio que los efectos de la serie están muy logrados.
Con todo lo que he dicho probablemente habréis supuesto que esta serie se une a la nostalgiaxploitation. No para de sonar Mecano u OBK (horribles los momentos con la música del grupo technopop). Reconoceréis elementos que vienen directamente de nuestra más reciente cultura popular como la Gameboy, el diccionario Collin Pocket, el “esta sí, esta no” de Chimo Bayo, el ‘Street fighter’, la pantera rosa y el bollycao, ‘Star Wars’, ‘El Señor de los anillos’, ‘Terminator’, ‘Pretty woman’, los teclados de Casio, el programa Quién sabe dónde, los salones recreativos… Pues eso… como serie recreativa ‘Paraíso’ puede servir, como muestra de que podemos hacer lo mismo que lo que hacen fuera de nuestras fronteras también. Pero no es un disfrute original.