Juan Vicente Chuliá analiza la danza de la manera más ecuménica posible
Aquellos que se encuentren esta misma noche en Madrid podrán tener la ocasión de ver ‘Danzantes’, el documental sobre la danza que ha elaborado Juan Vicente Chuliá. Un atrabajo que abarca desde la universalidad y lo global el mundo del baile, que deja que los movimientos hablen más que las palabras y que a dentro de unos meses comenzará a verse en diferentes festivales y salas de cine. Previamente en la Sala Azcona de Cineteca Matadero a las 20:30h de este 2 de julio habrá una presentación donde se proyectará este recorrido por el mundo de la danza repleto de entrevistas y escenas de baile.
Hemos tenido la oportunidad de hablar con el director del largometraje que nos ha desvelado algunas claves en su búsqueda a cerca de todo aquello que rodea a la cultura de la coreografía. Antes de este trabajo el cineasta exploró la música contemporánea de Madrid y el proceso de creación musical con ‘Temperado’ y ‘El Proceso’ respectivamente. Acercaos con sus palabras y con su película al arte de expresar los sentimientos con el movimiento del cuerpo.
– Es curioso, porque es un arte ubicuo y universal, y aun así se percibe por el público como un lenguaje extraño. Cuando empecé a buscar referencias para la elaboración del documental me di cuenta de que la danza estaba en todas partes, en todas las culturas: que los niños bailaban, que había baile en los barrios más pobres y en los centros de alta cultura. La danza es movimiento, y cada cultura ha desarrollado códigos de movimiento porque también es un lenguaje.
A mí me resulta curioso que un arte tan físico, tan vinculado a nuestra propia fisonomía, pueda ser percibido como un arte “menor”. Mientras otras disciplinas artísticas serán reemplazadas, el acto del movimiento y de la expresión a través del cuerpo seguirá siendo un valor inseparable a nuestra naturaleza.
-Hablas en tu documental con bailarines de todo tipo. ¿Cómo ha sido la búsqueda de bailarines o coreógrafos a entrevistar, como has seleccionado a tus protagonistas?
– Cuando Cristina Masson, la directora artística del documental, y yo nos reunimos por primera vez, decidimos de inmediato que ‘Danzantes’ fuese un documental panorámico, un menú degustación de la danza en todas sus expresiones, así que tuve claro desde el desarrollo que debía ser una película inclusiva, que mostrase la diversidad de estilos y las diferentes aplicaciones que tiene la danza, y aún más: que se grabase en diferentes países, para ofrecer una muestra lo más diversa y extensa posible.
Por supuesto está la danza representada a su máximo nivel de exigencia artística, con la aparición de las primeras bailarinas de la Compañía Nacional de Danza y del Ballet de Finlandia, pero también aparecen niños que bailan danza urbana en las calles de Alcalá de Henares, bailarinas de 70 años en Pescara, una compañía de bailarines con síndrome de Down, bailaoras de flamenco japonesas en Tokio…
La intención es que el resultado final muestre que la danza se realiza como aspiración artística, pero también para salir de situaciones sociales difíciles: del bullying, de los barrios deprimidos… y como pura expresión personal.
– Hay muchísimos ejemplos: los bailarines de danza urbana inciden en la conexión con el grupo, en cómo se forman comunidades. Los bailarines de contemporánea, a pesar de lo abstracta que pueda parecer su propuesta, resaltan el hecho primario de hacer las cosas con el cuerpo. Los grandes bailarines de ballet encuentran la satisfacción en la excelencia, en interpretar grandes coreografías. Cada uno tiene un motivo diferente para sentirse satisfecho.
-Una obra basada en el baile a veces es muy abstracta. Tras indagar tanto en ella ¿cómo crees que puede alguien no entendido en danza entender por completo aquello que quiere expresar un bailarín profesional?
– ¡Ante todo es movimiento, es expresión! Nadie entiende por completo un cuadro o una sinfonía, lo que hay que hacer es disfrutarlas. En el fondo son propuestas artísticas: sólo hay que tener predisposición a escuchar lo que el otro quiere contar, y ver si conecta de algún modo con tus sensibilidades e intentar entender. El conocimiento viene después, cuando estás abierto a escuchar propuestas.
Por ejemplo: hay expresiones dancísticas más codificadas, como el ballet clásico, donde el espectador puede disfrutar conociendo los movimientos que se realizan: “qué gran écart, qué brisé en la segunda posición”. Pero no creo que sea necesario saber eso para disfrutar de una representación de El lago de los cisnes. Lo mismo sucede con cualquier otro estilo de danza. Y si quieres pasarlo bien de verdad, mira a una niña de cuatro años bailando.
-Japoneses bailando flamenco en Tokio como único modo de desinhibirse en una sociedad con normas sociales muy rígidas. Bailarines en Santo Domingo que vienen de entornos desfavorecidos e intentar encontrar propósito a través del baile. Niños que han sufrido acoso en escuelas de barrios pobres de Alcalá de Henares que buscan un sentido de comunidad…Puedes imaginar la diversidad de fines que se logran.
-Has hablado con bailarines de diferente índole. ¿Qué definición de baile te han dado que más te haya sorprendido o tocado la fibra?
– De nuevo, cada uno tiene un modo de expresarlo. El bailarín Antonio Alonso me dijo “bailar es dibujar el movimiento, y yo me he pasado dibujando toda mi vida”; Erina Sanders les decía a sus danzantes urbanos “bailamos para cambiar el mundo”; Antonio Najarro, director de Ballet Nacional de España lo resumía en “la danza ha forjado una personalidad en mí, me ha hecho madurar”.
Pero en el documental dejamos que las palabras estén en un segundo plano y que sea el propio baile el que exprese emociones, relaciones de pareja, conflictos, identidades. A veces no son necesarias las palabras para percibir lo importante que el baile es para ellos, basta con un gesto.
-Muchísimas gracias por tu tiempo.
-Gracias a vosotros. En otoño ‘Danzantes’ comienza el recorrido oficial en cines y festivales. ¡Os mantendremos informados!