Un ahora o nunca catártico que a muchos les gustaría tener la excusa de poder vivir
El próximo 23 de septiembre en Netflix podréis darles un volteo a vuestras cabezas para ver la serie española, ‘Las de la última fila’. Una serie que reconozco que no es exactamente el entretenimiento que me gusta consumir, pero que está muy en la línea de algunas modas ofreciendo además ideas muy locas pero sobre que todo nos invitan a desafiarnos a nosotros mismos.
Verano, cáncer, amistad, vitalismo… esta parece una historia más de Albert Espinosa. Aunque va en la línea de series como ‘Vida perfecta’ o ‘Los zapatos de Valeria’, está también cargada de un optimismo que bucea en un mar de tragedia. En ‘Las de la última fila’ tenemos escenas vitalistas que se asemejan uno de esos anuncios de televisión que parece que te quieren dar la lección de tu vida cuando lo que intentan es venderte cerveza, unas compresas o una nueva cuenta bancaria.
Pienso que aunque no me gusten las conversaciones empalagosas, intensitas, hiperexistencialistas, mezcladas con expresiones millennials y metidas con calzador de esta serie va a gustar a mucha gente. Estas cinco amigas están de calavera, para ellas casi todo vale. Este es un carpe diem, un ancha es Castilla con normas improvisadas. ¿A quién no le gustaría poder esparcirse de ese modo tan gamberro e incluso conflictivo sin pensar en los daños colaterales? A veces estas protagonistas van de víctimas y son culpables de crear otras víctimas y otras se merecen esa liberación que van buscando. Es un entretenimiento ideal para empatizar si te encuentras en plena crisis de los 40, un ahora o nunca catártico que a muchos les gustaría tener la excusa de poder vivir. Esta historia transformadora, a veces tramposa, se justifica buscando soluciones a veces hipócritas, casi siempre poco realistas.
‘Las de la última fila’ es divertida, sensible y tiene visión. Pero juguetea a placer y de manera conveniente con la doble moral. Es capaz de pasar del desfase tipo ‘Resacón en las vegas’ o ‘Primos’ (obra también de Daniel Sánchez Arévalo) a la sensiblería a modo de ‘Bajo la misma estrella’. Eso sí, entre tantas idas de olla hay muchos símiles emotivos muy bien trabajados, acompañados además de caras conocidas en todos los episodios.